Thursday 28 de March del 2024

No seas maricón, los hombres no se quejan”

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Ciudad de México. Carlos* tenía 20 años cuando sufrió violencia psicológica y física por parte de su exnovia. Un día, a punta de gritos y amenazas fue obligado a ir a un estudio de tatuajes para que se rayara el brazo. “¡Esto es para que jamás se te olvide de quién eres y a quién le perteneces!” La frase quedó grabada durante mucho tiempo en su mente.

El Grupo Mhoresvi (Movimiento de Hombres por Relaciones Equitativas y Sin Violencia) describe brevemente los diferentes tipos de violencia que existen: violencia física (patadas, cachetadas, jalones, empujones), violencia emocional o psicológica (menospreciar, humillar, ignorar, guardar silencio, e incluso miradas amenazantes), violencia sexual (en este caso negarse a tener intimidad u obligar a tener relaciones sexuales), violencia verbal (apodos, gritos, insultos) y por último, violencia económica (condicionar el dinero o bien quitar el dinero).

Ocho de cada 10 jóvenes son violentados física, sexual, psicológica y económicamente por sus novias. Sin embargo, esto no es algo que se denuncie constantemente. El que se invisibilice esta situación se deriva del temor a ser mal vistos socialmente en una sociedad machista que desvaloriza que un hombre no tenga la capacidad de respuesta ante un ataque y mucho menos si la mujer es la agresora. Esto se debe a que el varón tiene que mostrar en todo momento su hombría porque así lo ha impuesto la sociedad.

De acuerdo con la psicóloga Teresa Romero Romero, de Casa Psi, esto es normalizado debido a que desde niños se les enseña a ser el sexo fuerte, a no llorar, a que el hombre no tiene que ser vulnerable.

“Los hombres han sido educados por mujeres sumisas que han fomentado esta conducta machista, donde la figura del varón debe ser siempre dura. En nuestra sociedad está mal visto que un hombre llore”.

De acuerdo con un estudio realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en 2012, en un gran número de relaciones las mujeres son las que infligen violencia a sus parejas.

La encuesta reveló que el 78 por ciento de los jóvenes entre 15 y 24 años son atacados psicológicamente por sus novias. No obstante, hasta el momento se desconoce una cifra actualizada de ataques hacia el hombre por parte de las mujeres.

La situación que Carlos vivía lo llevó a aislarse de sus amigos, a perder su trabajo. Incluso, sus ganas de vivir fueron ultrajadas. “Siempre me hizo pensar que jamás iba a destacar y que sólo era un mugrosillo sin talento… Me deprimí, perdí el trabajo y las ganas de vivir…

Los prejuicios y roles dentro de la sociedad siguen prevaleciendo. El machismo contribuye a que no se denuncien los casos de abuso.

“Una vez, le comenté a mi mamá que me ofendía y ella se enteró. Me dijo que los hombres no hacían eso, que era un pinche maricón y me prohibió hablar con mis amigos y familia”.

Asimismo, las leyes mexicanas muestran muy poco interés en el tema. De acuerdo con el abogado Alan Omar Vargas, el único ordenamiento legal para que el hombre pueda hacer valer sus derechos cuando su esfera jurídica es transgredida es la Constitución Política de México.

Su baja autoestima hizo que no se acercara a ninguna dependencia gubernamental para esclarecer lo que había sucedido. “Tenía tan baja la autoestima que me hizo depender de ella, yo pensaba que si la dejaba —aunque me hablara con groserías y me ofendiera— me iba a quedar solo.”

Su desesperación llegó a tal al extremo que decidió contarle a sus padres la situación que estaba atravesando. Debido a su depresión lo había perdido todo; el trabajo y la universidad. Tuvo que tomar terapia para aminorar el daño que le había dejado esa relación tan destructiva.

Con esta situación no se pretende minimizar el fenómeno de violencia hacia la mujer. Diariamente cientos de ellas son vulneradas en diferentes formas y en muchas ocasiones estas agresiones terminan en feminicidios.

Por ello, denunciar es muy importante para encontrar soluciones a ambas problemáticas y que esto no sea normalizado por la sociedad.

“En cuanto me safé de eso lo primero que hice fue tapar el tatuaje. Hoy puedo decir que perdí el miedo. Desde ese día jamás volví con ella. Y cambió mi vida para siempre…”

Después de cinco años el tatuaje ya no se ve. Lo decidió cubrir con un diseño imponente. Algo que reflejara su libertad, esa libertad que todo mundo tiene derecho a gozar.

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