Thursday 28 de March del 2024

REBELDÍA, LUCHA, RESISTENCIA Y FIESTA: 3 DÍAS EN EL CARACOL

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Durante cinco días un torbellino de palabras recorrió el Caracol de Morelia, territorio zapatista ubicado en el estado sureño de Chiapas, cuando cada mujer se apropió de una y la repitió tantas veces como pudo; algunas de piel curtida por el sol y pasos lentos, mencionaron “lucha”, otras con bebés envueltos en el rebozo pronunciaron “Taj k’anot (te quiero en tzotzil)” y muchas más, jóvenes y citadinas, dijeron “resistencia”.

Las palabras fueron constantes e interminables, por momentos fueron acompañadas por sonidos de guitarra o tambor, por dibujos en hojas de papel o bordados en tela, y en ocasiones se quedaron en el aire y fueron interpretadas con movimientos de brazos, caderas, manos y pies, pero todas fueron palabras que salieron del corazón de las mujeres de Europa, Asia y América, que durante cinco días, algunas solo tres, se reunieron para dar rienda suelta a sus ideas.

Aunque algunas hablaban solo chol, tzotzil, tzeltal, español, inglés, francés, alemán o italiano, desde el 8 hasta y hasta el 10 de marzo se entendieron durante el “Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan” organizado por las indígenas de la Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), un movimiento que enero de 1994 se levantó en armas para ser protagonistas de su propia historia.

Como hace una década cuando las zapatistas organizaron un encuentro con mujeres de todo el mundo, esta vez las indígenas volvieron a hablar de su revolución y de su mundo, pero a diferencia de lo que ocurrió del 29 de diciembre de 2007 al 1 de enero de 2008 en el Caracol La Garrucha, hoy las zapatistas decidieron que su espacio de encuentro sería sin la presencia de hombres y con una gran dosis de arte, música y deporte.

“AQUÍ, SOLO MUJERES”

Es fácil saber que se pisan tierras revolucionarias. Unos metros antes de llegar al epicentro de la reunión, el Caracol de Morelia, un cartel gigantesco con la leyenda “Zapatistas” sirvió como primer anuncio. Una vez en el lugar hombres cubiertos con pasamontañas se encargaron de dar paso a coches y camiones repletos de mujeres que la tarde del 7 de marzo comenzaron a llegar. Amables, platicaron con las visitantes y dieron indicaciones para que todas se registraran.

Ya en las puertas del Caracol un letrero azul decía: “Bienvenidas Mujeres del Mundo”; otro, de un tono amarillo puso la primera regla del encuentro: “Prohibido entrar hombres” y uno más reafirmó la indicación: “Aquí, solo para mujeres”. A partir de ese espacio, marcado por una puerta para ingresar a la zona, las indígenas se hicieron cargo de todas las tareas, desde la seguridad, alimentación, limpieza, audio y luz, hasta el liderazgo y la vocería.

Para entrar a este mundo que en realidad es otro mundo –uno donde se construye y no se destruye, como indica uno de los siete principios zapatistas– las visitantes cargadas con maletas, víveres, instrumentos de música y mochilas, hicieron largas filas que se prolongaron por la madrugada mientras las zapatistas, acostumbradas a acompañarse, ofrecieron sus manos solidarias para cargar equipajes o simplemente saludar a través de sus ojos expresivos descubiertos por los pasamontañas.

A partir del 8 de marzo el Caracol se convirtió en un lugar mágico, cubierto de murales pintados de colores brillantes en los que las zapatistas plasmaron su rebeldía, resistencia, lucha y su ideal por la libertad para la población femenina y el derrocamiento del sistema capitalista. Entre esos murales caminaron y bailaron las mujeres del mundo, quienes en aquel rincón de Chiapas encontraron la libertad de ser y estar, con ropa o sin ella, con maquillaje o sin nada de eso.

Una cancha de fútbol fue el espacio central de esta reunión que sumó a unas cinco mil asistentes y dos mil zapatistas provenientes de los cinco Caracoles zapatistas ubicados en tierras recuperadas por el movimiento de 1994: el de Morelia, La Realidad, La Garrucha, Oventik y Roberto Barrios. Las zapatistas movieron todo por dar la mayor comodidad a sus invitadas y así convirtieron en dormitorios la cancha de básquetbol, las tarimas y los auditorios.

CADA AÑO ES UN AÑO DE LUCHA

En los montes chiapanecos el sol manda, por eso con los primeros rayos del sol del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, a las 6 de la mañana comenzó a escucharse una tonada: “Que linda esta la mañana… en que vengo a saludarte…”, la letra de “Las Mañanitas” a cargo de un grupo musical de mujeres zapatistas que con bajo, guitarra y voz dieron la bienvenida a las mujeres del mundo.

En la inauguración las zapatistas “de juicio”, como se les llama a las adultas de los cinco Caracoles, narraron cómo vivían antes del levantamiento zapatista en 1994 y cómo fueron discriminadas y violentadas por ser mujeres indígenas hasta que se integraron a la lucha de hace 24 años.

Ellas, las abuelas, también contaron los logros alcanzados después de construir una comunidad autónoma que edificó sus propios centros de salud y espacios educativos, y que fomentó la participación activa de las mujeres en las comunidades y la búsqueda de la igualdad entre todas y todos.

Las mujeres sabias que hablaron estuvieron acompañadas de niñas y jóvenes herederas de sus luchas y beneficiarias de los frutos de su revolución, por eso las jóvenes pidieron respeto y reconocimiento hacia sus ancestras: “Son mujeres que ya tiene años y que luchan […] nosotras queremos llegar a ser como ellas, llegar a tener edad y saber que seguimos luchando. Queremos llegar a ser mayores de edad y poder decir que tenemos muchos años y que cada año quiere decir un año de lucha”.

Pronto los rayos del sol se volvieron más intensos y el cúmulo de mujeres que escucharon los discursos de las zapatistas se fue replegando a las sombras, otras tantas permanecieron pero el ejemplo lo dieron las zapatistas quienes firmes, bajo el calor, no rompieron las filas hasta el final. “Tenemos mucho que aprender”, decían las citadinas. Así se dio inició a las actividades artísticas, políticas, culturales y deportivas en un encuentro con el único propósito de saberse juntas y sin miedo.

TEJER LAZOS

Mujeres de todas las razas, indígenas, mestizas, europeas o afrodescendientes; algunas otomíes, mapuches, amazonas o apaches; se dieron cita en actividades de fútbol, volibol y basquetbol; otras en talleres, obras de teatro y diálogos de diversos temas: resistencia civil no violenta, defensa de territorios, yoga, meditación, autodefensa, experiencia de sobrevivientes víctimas de violencia, un sin fin de charlas donde cada participante reconocía el saber de la otras.

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