Saturday 20 de April del 2024

Pueblos indígenas del norte celebran “ritual de la muerte”

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Ocho pueblos yaquis y decenas de comunidades de mayos que habitan Sonora y Sinaloa son los únicos nativos del noroeste de México que celebran el Día de Muertos, explicó José Luis Moctezuma Zamarrón, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Esta comunidad quedó impactada con el modelo religioso de las misiones, instaurado por los jesuitas en el siglo XVI, afirmó el antropólogo, quien lleva estudiando 30 años a estos pueblos y ahora comparte los conocimientos adquiridos a lo largo de este período.

Cuando un yaqui o mayo muere su cuerpo es llevado ante la Cruz del Perdón, insignia cristiana, que está clavada frente al panteón de la comunidad. Después el difunto es enterrado y a partir de ese momento inicia su transitar en la oscuridad hasta que encuentra “el mundo flor”, donde todo está en armonía, expresó de acuerdo con un comunicado del INAH.

La celebración de esta fecha es una expresión de la mezcla entre las culturas indígenas originarias con gran devoción a la muerte y la evangelización española que adaptó el ritual en el calendario cristiano, como el Día de los Fieles Difuntos.

Dicha fusión se puede observar en la región noroeste de México, donde los yaquis, mayos, seri, pima, pápago, guarijío, kiliwa, paipai, kumiai y tarahumaras son los únicos pueblos donde el modelo misional mantuvo su esencia de celebración, señaló el especialista Moctezuma Zamarrón.

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Agregó que como cada inicio de octubre en el caso de los yaquis, y a partir del día 24, en los mayos, comenzaron el ritual mortuorio, considerado por el antropólogo como una negociación entre las etnias con los jesuitas, ya que los religiosos tuvieron que hacer tratos con indígenas para poder implementar los cambios evangélicos.

Por otro lado, el investigador destacó un elemento importante: el tapanco, estructura sobre la que yaquis y mayos colocan su altar de muertos. Mide 1.60 metros de altura, está elaborado con cuatro palos de mezquite y sobre ellos se ata un tapesti, tarima hecha de carrizos.

Estudios indican que el tapanco evoca la pieza donde los antiguos habitantes cremaban a sus difuntos. Dicha práctica era común entre los grupos del norte de México. Algunas exploraciones arqueológicas han localizado urnas de cerámica con restos de incineraciones.

Los religiosos españoles consideraron que está tradición estaba fuera de la creencia católica y la modificaron sin eliminar el tapanco. La pieza debe colocarse siempre al aire libre y se añaden los elementos cristianos: cruz, agua, sal, flores, fotografías y la imagen de la Virgen del Carmen, comentó el experto.

Conforme se acerca el Día de Muertos se ponen alimentos como fruta, dulces, bebidas, cigarros, así como un concentrado caldo de res con verduras que es elaborado por las cocineras. Otras mujeres amasan para tener listas las tortillas de harina y calentarlas sobre un comal de barro. Los tamales y otros platillos típicos no pueden faltar.

El 1 de noviembre la ofrenda está lista, los rezanderos acompañados de las cantoras van bendiciendo y orando el rosario en cada tapanco. Los alimentos les son entregados a estas personas al final de su trayectoria durante la madrugada.

Durante la noche se prenden veladoras y todo queda iluminado. Hay visitas al panteón con flores. Para el día 2 de noviembre los oradores salen en procesión de la iglesia con una tumba que representa a todos los fallecidos y la llevan a la Cruz del Perdón.

Se repite el mismo recorrido desde el 24 de octubre, que de acuerdo a la costumbre es cuando comienzan a llegar las ánimas al pueblo. Es un novenario que termina el 2 de noviembre, cuando las ofrendas de los tapancos son llevados al sitio de la indulgencia.

Las comunidades yaquis y mayos no tienen el trazo de calles de la arquitectura colonial, tiene solares dentro de un terreno mayor. A la entrada está la iglesia, frente a ella, las tumbas, la cruz mayor y a una distancia más grande se encuentran las enramadas de pascolas, cocinas de fiesteros o comunales, concluyó el especialista del INAH.

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