Wednesday 24 de April del 2024

Llévele, llévele: La piratería mexicana democratiza el futbol

Escuchar Nota :
[responsivevoice_button voice="Spanish Female" buttontext="Play"]


Jerseys hechos en Tailandia, China o la Venustiano Carranza. De Barcelona, Oporto o Pumas por cientos de pesos menos que en las tiendas. “¿Cuánto vale una camiseta de futbol?, lo que quieras… y puedas pagar por ella”.

Cuando D10S nos hizo feliz, inventó una obra de arte. Un mediodía de 1986 Maradona cabalgó en el estadio Azteca con un balón en los pies y el cuerpo cambió. Lo que sucedió, dice la ciencia, es que mientras Diego desparramaba estatuillas inglesas, el organismo de quien lo miraba producía serotonina y dopamina. “¿De qué planeta viniste?” preguntó el cronista Víctor Hugo Morales al mundo cuando gritaba con la voz entrecortada el llamado gol más maravilloso de todos los tiempos. Surrealismo puro.

Pero la vida ha cambiado. Lo que hizo D10S es patrimonio mundial de la memoria, pero también es patrimonio global del mercado. “El consumo rige al mundo”, dijo en un foro de globalización el filósofo francés Gilles Lipovetsky quien ha dedicado su vida a proclamar su teoría sobre la sociedad del consumo.

Martín no sabe nada de industrias, filosofías o cabalgatas artísticas, pero al final, un chico delgado de 22 años vive de todo eso que construyó el mundo o que se ha inventado para vivir.

Martín atiende bajo una lona roja y vende playeras de futbol. Él te hace ser Messi, Cristiano Ronaldo, Andrés Iniesta, Aboubakar, Aubameyang o el más impronunciable que te imagines.

El mercado hace su trabajo en avenida las Torres, Tláhuac en la ciudad de México, en un puesto que lo sostienen cuatro enormes tubos. El consumo se muestra con apellidos turcos, alemanes, italianos, españoles, griegos, argentinos, franceses, mexicanos. El cuerpo ya hizo su tarea como cuando por televisión D10S provocó que segregáramos sustancias que nos arrancaron suspiros; pero no todo termina ahí, ahora la industria encamina a comprar playeras conocidas o impronunciables, olor a cecina o mojarra como en este tianguis.

1449692602

Martín es un chico delgado que este domingo atiende en uno de los mil 400 tianguis que hay en la ciudad y en la que su caja registradora no hace ningún sonido, ni da un timbrazo porque es una de zapatos. Lipovetsky dice que en nuestra sociedad “el consumo funciona como una droga”.

Ahora, delante de Martín, llega un niño de unos 12 años junto a su madre a pedir un apellido impronunciable para los que no son fans de futbol.

-Quiero la playera de Aboubakar.

Martín lo conoce.

-Si regresas en una hora te la tengo. Ambos esbozan una sonrisa de complicidad.

¿Por qué un chico de 12 años quiere la playera de un jugador camerunés que juega en el Porto?

Levanto la mirada y a un lado del tianguis hay un multifamiliar y muchas antenas rojas y azules. Dish y Sky han hecho sus labores en una de las zonas más marginales de la ciudad de México. Por su señal, cualquier rincón del mundo llega a casa.

Lo que desea el pequeño es lo mismo que exhibe la tienda Martí en Galerías Coapa a menos de 10 kilómetros de distancia. Detrás de un cristal está un maniquí de cuerpo imposible para cualquiera que tenga que preocuparse más por saldar el día que por mirarse bien. La figura es musculosa, acinturada, con los músculos del abdomen marcados y encima una playera del Real Madrid con el número 7 en la espalda, la de Cristiano Ronaldo, la misma que Martín vende, con el mismo número, con el mismo apellido, pero mil pesos más barata. La pasión no tiene precio. La piratería y la versión original ofrecen la misma satisfacción a los niños que las compren: serotonina y dopamina. Bienvenidos a la felicidad de la sociedad del consumo.

¿Por qué unas valen 120 y otras 350 pesos?

– Es por la calidad de la tela hermano. Qué quieres, imitación o clones, de eso se trata este business, ya tú sabes pues…

En el mercado de las Torres hay 14 puestos dedicados a comerciar jersey piratas. Real Madrid es el equipo favorito de los compradores y el otro es el América. Ellos dominan el mercado aquí y el de Martín es el sitio con más variedad.

-¿Tienes la playera de Rusia?… (¿Qué carajos hace la playera de la tierra de Putin en un tianguis del que dicen llega mercancía del tiradero de Aragón después de pepenarla?, ¿qué diablos hace la playera de Rusia a más de 12 mil kilómetros de distancia?)

-Vale 500, no es fácil conseguirla.

-Me la llevo, dice la mujer de unos 25 años.

Otro de los vendedores me dirá más adelante que las playeras clones, las que llevan el estampado ya integrado, son “chinas o de importación, pero generalmente son chinas y son casi igualitas a las originales”.

Martín tiene ya sus primeros 500 pesos del día.

-¿Cuántas vendes diario?

– Híjole, los fines de semana unas 10 o 15 por día.

En los 14 puestos la presentación de las camisetas es distinta: algunas las cuelgan muy arrugadas y otros más te dicen “te la damos ya empaquetada, mira, en su bolsita”. Puma, Nike y Adidas –detallan las autoridades- son las marcas más clonadas y falsificadas en el país. Ni Chanel, Louis Vuitton, Hugo Boss, Armani les compiten.

Las más económicas son las de fabricación mexicana. A esas les llaman imitaciones. Desde 120 pesos te puedes llevar la versión del América, Pumas o cualquier otro equipo. Además, tienen su etiqueta: Impacto Deportes, Charly Sports, Leyendas de Futbol. Pero los vendedores de jerseys –gracias a la piratería china- ofrecen los clones como ‘originales’ y muchos caen. Según las encuestas que se han hecho sobre el tema dicen que sólo el 17 por ciento de las personas que las compran se dan cuenta de que es apócrifa por la calidad de la tela.

En otro de los puestos un señor de unos 60 años es quien lo atiende y a lo lejos miro que distan mucho de ser copias de las originales.

-¿Y a poco esas se vende como los clones?

-Claro, todo se vende. Mira esta (me enseña una de Pumas), está bien chula, si te la llevas te la dejo en 150 pesos.

– ¿Pero es mejor la versión clon, no?…

– Yo ofrezco estas primero (las de imitación), por ejemplo en Navidad son las que más se llevan, son las más baras.

En mayo pasado el Coneval detallaba que aquí, en la región donde está el tianguis de las Torres, en Tláhuac, cuatro de cada 10 personas viven en pobreza. El valor sí importa.

-¿Oiga y esa empresa de Impacto dónde está o qué?… le pregunto sobre la etiqueta de una de las playeras de imitación.

“No lo sé joven, a mi me las dan y ya”.

El tianguis inicia sobre avenida Tláhuac y terminará hasta el otro extremo, en Canal de Chalco. Si te adentras el pavimento es más irregular, hay hoyos hasta llegar al polvo y las cosas son más baratas. Hay espejos rotos, calaveras para autos, decodificadores de Sky o Dish usados, muñecas sin una pierna, osos de peluche despanzurrados, televisiones que el apagón analógico ya descartó, camisetas del América despintadas.

“Esta vale 50 pesos, no le miento está usada, pero si le da una lavada queda bien”. Don José tiene 15 años colocando su puesto de cosas usadas en las Torres, hoy vende playeras de futbol, “que es lo que hay”, pero a veces tiene cosas de electrónica o autos.

A estas alturas del tianguis el aire pega en la cara o quizás también golpeaba, pero aquí se siente más porque lleva polvo y mientras las personas comen tacos de tripa y toman Coca-Cola, el humo se azota en su cara.

Jerseys ¿de Tailandia, China o de la Venustiano Carranza? Llegan de muchas partes para venderse. En el tianguis de Calzada del Hueso en Villa Coapa – en el único puesto que hay- están arrugadas, con olor a cecina y aquí la caja registradora es una lonchera de Dora la Exploradora donde hay varios billetes de 200 pesos asomándose. El sitio lo atiende Ramiro de 16 años, dice que desde hace dos anda por aquí y que por la tarde llegará su padre para hacer cuentas.

“El tianguis aparece como una alternativa que los mexicanos encuentran viable para alcanzar los deseos vendidos por la sociedad de consumo”. Eso dice Carissa García en su tesis “Sociedad de consumo en México” de la Universidad Autónoma de Querétaro sobre la “necesidad” de comprar productos en los sectores sociales con más carencias y rezagos. Al final el resultado es casi el mismo (sino fuera por la calidad). Pero, ¿cuántos Messi no vemos por las calles? Y todos son de carne y hueso. Y también a todos les ha provocado una jugada antológica que segreguen serotonina y dopamina. Son felices pues.

1449692459

En el mercado informal una de las normas es cómo sacar más dinero a los clientes y para conseguirlo no tiene nada que ver con las normas formales de la oferta y la demanda, ni con el prestigio de un club, con su palmarés o sean el más rico del planeta. Por ejemplo, aquí en Coapa, la más cara jamás lo será en el sano juicio de la industria.

Valencia es un club mediano en Europa, nunca ha ganado nada que llame la atención del planeta, pero al sur de la ciudad su jersey vale más que el del Real Madrid -el equipo más valioso del mundo -, que el del Barcelona -el mejor club desde hace casi una década- y el del Manchester City, que ha gastado más de 1,000 millones de euros en fichajes en menos de 10 años.

“No lo sé, a mí me dijeron que vale eso”. El puesto de Ramiro obstruye el paso de los vehículos, pero no importa, el chico flaco con acné dice que ni lo ha notado aunque los pitidos de los autos molestan al oído en todo momento.

-¿Cuánto me dijiste? y una camioneta vociferante no deja oír el precio…

-¿Cuánto, perdón?

– 350 pesos, dice del jersey del Valencia.

-¿Vale más que la del Real Madrid y Barcelona?

– Sí.

Nadie es profeta en su tierra y el dicho le hace justicia al Valencia. Un fan promedio no pagaría más por ese jersey que por uno del alemán Bayern Múnich o el inglés Manchester United. Y no lo harían ni en México, Uganda o Nueva Caledonia. Corrección, aquí sí, o al menos este medio día de domingo sí ocurre.

El dueño del Valencia es Peter Lim, un hombre con una fortuna de 2,000 millones de dólares y es de Singapur, un país al sur de Asia y cerca de Taiwan, Tailandia, Vietnam y China, las mayores fábricas de piratería del planeta.

Una semana después regreso al puesto y allí sigue la playera arrugada.

-¿Cuánto cuesta?, le pregunto una vez más.

– 380 pesos, es original (mentira, es clon y está 30 pesos más cara)

-¿Vale más que la del Real Madrid?

– Sí.

Peter Lim debería ofrecerle a este adolescente una condecoración por ofertar su playera mucha más cara que la de los verdaderamente poderosos… Seamos sinceros, ni la serotonina y la dopamina harían que alguien pague más por un jersey del Valencia que por el del FC Barcelona.

Las playeras del español Real Madrid se fabrican en Herzogenaurach, Alemania, la sede de la marca Adidas… pero también se hacían en la calle de Hojalatería en la colonia Venustiano Carranza.

En el número 184 cuelga un enorme letrero: Médica Pupy, servicios médicos veterinarios. Es un edificio de tres pisos, viejo, con una puerta ancha blanca y cajas amontonadas. Al subir está un doctor rasurando a un perro y un piso más arriba, del lado izquierdo, un grupo de Alcohólicos Anónimos que lleva por nombre “Guerreros por Gratitud, cuarto y quinto paso”, y del lado derecho un lugar donde arreglan zapatos, casi todos tacones de mujer, es un sitio con los vidrios sucios, cuarteados y rotos.

En aquel lugar de zapatillas, botas y tacones de aguja se fabricaban playeras de la selección mexicana y de otros equipos del mundo. Fue un 28 de enero del 2010, justo en año de Mundial de futbol, cuando la PGR llegó una mañana para hacer un operativo. Playeras confiscadas y maquinaria. Atrás de esa calle está la de Central de Pintores y allí también llegaron las autoridades.

1449692714

-De repente empezamos a ver patrullas y a gente de la AFI en la calle, eran varias camionetas y todos salimos a ver qué es lo que pasaba.

Así recuerda el tendero de enfrente del número 34 de Central de Pintores cuando llegó “la tira”. “Fabricaban playeras pirata y sacaron todo”. Saldo: 20 toneladas de tela, playeras apócrifas, nueve máquinas de serigrafía y ocho de costura, reporta el comunicado oficial.

“Mire” -señala el encargado de la tienda hacia la enorme puerta de aluminio- “todavía se ven los sellos que pusieron”. Ahora el número 34 de Central de Pintores es una fábrica de balones y en el 201 de Hojalatería se arreglan zapatos. En la ciudad de México hay al menos 1,042 tianguis, es decir 1,042 posibilidades de adquirir una playera apócrifa y hasta 10 veces más barata que una original.

“La piratería es concebida como ilegal. La mayoría de las personas considera que decir mentiras o robar un pan o un dulce es peor”, comentó recientemente Kiyoshi Tsuru, presidente del Comité de Derechos de la Propiedad Intelectual de AmCham. La marca Puma dice que por cada playera original se venden dos piratas y Carissa García recalca que “ante la escasez y mala paga del empleo, la ausencia de estado de derecho, los consumidores solucionan dichas injusticias mediante el comercio informal”.

Un vendedor de discos piratas que se ubica en la calle Bilbao, muy cerca del mercado de la Torres, comenta que paga hasta 1,000 pesos semanales por la cuota que les cobra el líder y que a las autoridades les llega a dar 2 mil 500 o 3 mil pesos una o dos veces al año. “A mí un compa de Tepito es quien me las da y ya hacemos negocio”, comenta Martín sobre la operación de su puesto.

-¿Te da para vivir entonces estar aquí?, le pregunto a Martín.

-Pues algo, siempre hay momentos buenos o malos, pero sale.

Después de una hora y media el pequeño de 12 años regresa a preguntar si ya está lista su playera de Aboubakar. Su deseo es tener encima de él al jugador camerunés de 23 años y quien gana 1.2 millones de euros al año. Desde un principio el niño ha llevado una camiseta del Borussia Dortmund con el apellido Aubameyang (francés de origen gabonés). Le seducen los apellidos complicados. Su madre ha tenido que invertir al menos 700 pesos en esas dos playeras para su hijo.

Me imagino ahora a Lipotvesky diciendo: “el consumidor vive hipnotizado por los escaparates. Incluso los menos favorecidos socialmente son hiperconsumidores”.

Los escaparates son un maniquí o en un gancho de colores. El valor no es similar pero sí la representatividad del deseo. ¿Imaginará Aboubakar y Aubameyang que en México suspiran en una colonia popular por una camiseta suya?…

De algo podemos estar seguro, cuando D10S cabalgó en el estadio Azteca, lo único que nos producía era la felicidad que se manifestaba en cuerpo; hoy Aboubakar y Aubameyang, venden más camisetas que Diego, que D10S y que cualquier mortal antes de los años 90. Lipotvesky tiene razón, el mercado dicta nuestros deseos y el cuerpo siempre lo ha sabido, la felicidad, el éxtasis, nos produce inspiración, serotonina y dopamina.

¿Cuánto vale una camiseta de futbol?, lo que quieras… y puedas pagar por ella.

Fuente : Sin Embargo

Comenta con tu cuenta de Facebook