Saturday 20 de April del 2024

SU JORNADA DE TRABAJO INICIA A LAS SEIS DE LA MAÑANA. LA VIDA DE UN BASURERO

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Son las seis de la mañana y las luces de una pequeña casa, en la colonia San Juan Tepepan de la delegación Xochimilco, ya están encendidas. Rocío Sánchez, de 40 años de edad, se encarga de dejar el desayuno listo para sus tres hijos. En temporada escolar, los uniformes de los dos menores son también su obligación. Bere, la del medio, se alista para salir a recorrer las calles impulsando un tambo naranja lleno de la basura que, junto a sus padres, recolecta.

Rocío y Noé comienzan el día desde muy temprano. Es una de las exigencias del trabajo en el que ambos se desempeñan: son basureros de la colonia en la que habitan. La jornada inicia a las ocho de la mañana, ya que, de lunes a sábado, la terna ha aprendido a sacar provecho de sus herramientas y a obtener ingresos extra llamando en las puertas vecinas ofreciendo por 10 pesos su improvisado servicio de colecta.

A  la corta edad de cinco años, “Chiqui”, como la llaman en el trabajo, perdió a sus padres. Fallecieron y quedó, a la deriva, en la calle. “Desde entonces ha sido muy difícil salir adelante y más para como están las cosas en el país”, lamenta. El abandono por el que atravesó en su niñez, la pobreza que siempre la ha acompañado y el apoyo nulo por parte del gobierno han mermado las posibilidades de éxito escolar para su vástagos, que constantemente se ausentan de las aulas a causa del reducido presupuesto.

Percibiendo el salario mínimo, que equivale a 2 mil 190 pesos mensuales, “Chío” intenta a diario sacar a sus hijos adelante. Sumado con el de Noé, con ese sueldo se deben cubrir los gastos de los seis integrantes.

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Son las propinas de los vecinos las que ayudan a balancear mínimamente los gastos.

El empleo de basurero es uno de los peor pagados y también uno de los más riesgosos debido a la posibilidad de contraer enfermedades a la que se exponen diariamente. Rocío cuenta con nostalgia el poco interés por parte de las autoridades correspondientes que ponen en trabajadores como ella y su esposo.

Para ejemplificar cómo pone en riesgo su salud a cambio de llevar comida para sus hijos describe la manera en la que desempeña sus tareas con materiales precarios y en estado deplorable. Su mejor aliado es un carrito de aluminio con capacidad de 120 litros que les fue entregado por la delegación, acompañado de un par de escobas, un recogedor y un chaleco de seguridad.

A pesar de las recomendaciones del gobierno federal para que los ciudadanos separen la basura, la cultura del reciclaje es relativamente nueva y no todos la llevan a cabo. Es por eso que las personas, entregan aún la basura revuelta a personas como Claudia, ya que sólo los camiones tienen prohibido recibir basura sin separar, “aunque no debería ser así, debería separar la basura se la entreguen al camión o no”, comenta.

Las bolsas de desperdicios vienen llenas de cosas inimaginables, es por eso que varias veces han corrido con la mala suerte de picarse con objetos peligrosos. Otros grandes peligros son todos los residuos tóxicos como los productos nocivos que la gente desecha y que ellos inhalan sin poderlo evitar.

Pero todos los peligros son pocos, asegura el matrimonio. No les preocupa enfermar, su pesadilla más terrible es desamparar a sus pequeños, como sucedió con Rocío cuando era apenas una niña.

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