Desde el homicidio del Cardenal Posadas Ocampo ocurrido el 24 de mayo de 1993, han sido asesinados una veintena de sacerdotes católicos, muchos de ellos por miembros del narcotráfico.

Tan sólo de 2013 a 2015, murieron al menos 11 sacerdotes a manos del crimen organizado, así lo documenta el periodista Ricardo Alemán en su columna “Itinerario Político”, publicada el día de hoy por el diario El Universal.

Y es que criminales de toda índole han usado el llamado “secreto de confesión”, el cual prohíbe a los sacerdotes denunciar los crímenes que les son revelados, para confesar sus culpas usando a los clérigos y uniéndolos la larga cadena de impunidad.

 

Según el recuento realizado por el columnista, durante 2013 al menos cinco párrocos fueron asesinados con lujo de violencia en nuestro país. Uno en Colima, otro en Baja California y dos de Veracruz quienes fueron ultimados a golpes.

De entre los casos recopilados, saltan a la vista por su salvajismo el de Joel Román Salazar quien murió el 10 de diciembre en Ciudad Altamirano, Guerrero, cuando fue lanzado a un barranco a bordo de su automóvil.

También el de John Senyondo, un misionero proveniente de Uganda, secuestrado y asesinado el 30 de abril de 2014 presuntamente por negarse a bautizar al hijo de un narcotraficante guerrerense.

Pero la relación entre miembros de la Iglesia Católica y el crimen no siempre es cordial. El columnista hace referencia al padre Gregorio López, o “padre Goyo”, quien durante la crisis de violencia en Michoacán denunció los vínculos del alcalde de Apatzingán, Uriél Chávez, con la delincuencia organizada, lo cual lo orilló a oficiar misa vistiendo chaleco antibalas.

Recientemente el caso más sonado respecto al controversial tema del secreto de confesión sea el del padre Alejandro Solalinde, quien admitió que un miembro del crimen organizado le habría confesado que los 43 estudiantes de Ayotzinapa habrían sido calcinados por su grupo criminal.