Friday 29 de March del 2024

780 indigenas de Chiapas huyen por la violencia, mientras el gobierno prefiere ayudar a los hondureños

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Los campesinos desplazados del municipio de Aldama, Chiapas permanecen aislados en el campamento al que fueron obligados a huir a principios de este año. Al salir a trabajar en los cafetales o a comprar alimentos corren el riesgo de ser baleados por grupos paramilitares, que permanecen a lo largo del camino para atacarlos a su paso.

Desde hace tres semanas temen salir también ante la posibilidad de ser detenidos, pues les fueron giradas siete órdenes de aprehensión por homicidio y asociación delictuosa, según su representante, Cristóbal Santiz.

En esa zona los ataques armados son frecuentes desde 2016, cuando revivió un conflicto territorial que data de la década de 1970 entre las comunidades de Santa Martha y Aldama, que disputan 60 hectáreas de terreno cafetalero.

Sin embargo, Santiz asegura que la violencia arreció el miércoles pasado y no ha cedido hasta la fecha. Producto de ese reciente ataque, dos comuneros resultaron heridos en un brazo y el torso, respectivamente. La noche del domingo, incluso, los comuneros advirtieron un intento de entrar a sus campamentos.

Ante estas amenazas, las 780 personas desplazadas evitan salir más que para lo indispensable, aunque dentro de sus campamentos varios niños y ancianos ya presentan diarrea y enfermedades respiratorias. Al mismo tiempo, se les acaban los recursos para adquirir alimentos y medicinas, ante la dificultad de cosechar el café y las pérdidas que han tenido cuando salen huyendo de las balas sin poder llevarse la cosecha.

El gobierno municipal les ha enviado algunas tandas de alimentos y medicinas durante los ocho meses del conflicto agrario que los mantiene fuera de sus comunidades, pero estas se acaban y desde hace un mes no han llegado más, según Santiz.

“El pasado miércoles comenzaron disparos fuertes cuando fueron unas 25 o 30 personas a levantar la cosecha de Xuxchén. Como a las 11 de la mañana, cuando fueron vistos por los grupos agresores de la comunidad de Santa Martha, nos empezaron a disparar en los cafetales, cuando estábamos trabajando. Tuvimos que salir como se pudiera, dispersos, abandonamos lo que hemos recolectado en los cafetales. Llevábamos un carro y camionetas y regresamos caminando porque en el trayecto recibimos los disparos”, cuenta Cristóbal Santiz vía telefónica.

Los comuneros denuncian que el gobierno no ha actuado en ningún nivel, municipal ni estatal para protegerlos de estos ataques. Santi asegura que el secretario de gobierno de Chiapas, Carlos Mario Culebro les dio la razón en el conflicto agrario, les dijo que las tierras son suyas y los pobladores de Santa Martha se las deben devolver, pero hasta el momento ninguna acción oficial ha procurado que esto se cumpla. Animal Político solicitó la versión del secretario de Gobierno pero hasta el momento no ha recibido respuesta.

Azalia Hernández, coordinadora de Comunicación del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas -organización que está apoyando a las personas desplazadas- confirmó que en el municipio de Aldama los disparos continúan y la violencia se intensifica porque empezó la temporada de cosecha de café, y los agresores están impidiendo a los campesinos cosecharlo, lo que está limitando cada día sus recursos económicos. Por ello, el Centro publicó un llamado urgente al gobierno estatal de Manuel Velasco para que proteja la vida, integridad y seguridad de los campesinos.

Aunque siguen desplazados, los comuneros se ven obligados a salir y transitar por un camino permanentemente vigilado por los agresores, ya que es el sendero hacia sus cafetales. Es ahí cuando les disparan. Los pobladores huyen pero regresan intermitentemente a intentar recuperar la cosecha, o por alimentos y medicinas. Han intentado protegerse con brigadas de vigilancia en los caminos, pero las únicas armas con que cuentan para defenderse son machetes, palos y piedras.

“Si detectamos luces o algún ruido en los caminos, nos movemos todos para que la gente se prepare para salir si es necesario. También en las comunidades aledañas pusieron una señal de que estamos vigilando la comunidad. Tocamos silbatos o campanitas. Así nos comunicamos”, cuenta el vocero.

Cuando las amenazas de ataque son inminentes lo han reportado al destacamento de policía en Santa Martha pero no han conseguido hasta el momento que la policía vigile de manera permanente, aunque se escuchan disparos casi todos los días.

La otra amenaza: el hambre

En Aldama han empezado a escasear los alimentos, ya que los trabajadores no pueden levantar sus cosechas de café ante el peligro de los disparos, y por lo tanto no pueden vender su producto a los compradores que solían llegar a sus comunidades. “Van a sufrir mucha hambre ya este año”, lamenta Cristóbal.

Agrega que en los campamentos los niños y adultos mayores se enferman de diarrea y de gripe, y los apoyos médicos han sido intermitentes, igual que las clases, que se suspenden por semanas porque los maestros tampoco quieren acudir a las escuelas por el temor de ser atacados. En la comunidad de Xuxchen, cita Cristóbal como ejemplo, no hay clases desde hace un mes.

Con información de Rodrigo Soberanes.

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