Wednesday 24 de April del 2024

¿Qué sucedió en Nochixtlán? Los policías cuentan su historia

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A continuación los textos íntegros

El pasado 19 de junio de 2016 se registró un enfrentamiento entre la policía y los pobladores simpatizantes del movimiento magisterial en Nochixtlán, Oaxaca en el que resultaron varios muertos y decenas de lesionados.

La semana pasada los integrantes de la Comisión Especial de Seguimiento a los hechos ocurridos en Nochixtlán se reunieron con los policías heridos en esa trifulca.

A continuación los textos íntegros de los policías.

Nueve elementos de la Policía Federal; ocho hombres y una mujer.

JOSÉ: Bien. Buenos días. Mi nombre es José, tengo 37 años; soy Ingeniero en Control y Automatización. Llevo siete años de servicio en la Policía Federal. El día 19 del mes de junio, estaba comisionado, ya tenía un año comisionado en el estado de Oaxaca, llevando a cabo funciones diversas.

Y ese día 19 de junio, el motivo por el cual fui comisionado a prestar el servicio al municipio de Nochixtlán fue en auxilio a personal de la División de Fuerzas Federales, Policía Estatal, Policía Ministerial del estado de Oaxaca y personal civil que, debido al operativo que se estaba llevando a cabo para liberar las vías generales de comunicación de la carretera México-Oaxaca, el personal antes mencionado estaba siendo agredido y superado en número y acudimos en auxilio.

Me presenté aproximadamente junto con el personal a mi cargo a las 10 de la mañana ahí al lugar donde se estaba llevando el operativo en la carretera Nochixtlán. Estuvimos llevando a cabo labores de contención para salvaguardar la integridad de las personas que en ese momento ya se encontraban heridas y estaban siendo trasladadas vía aérea, sacadas del operativo para que se les pudiera brindar atención médica, ya que las condiciones no permitían que ahí se pudieran ser atendidos.

Estuvimos aproximadamente tres horas llevando a cabo ese operativo, hasta el momento en el que se nos dio la orden de que nos retiráramos del lugar.

Yo al estar emprendiendo la retirada y verificando que todo el personal que estaba en ese momento a mi cargo, ninguno quedara rezagado o retenido por los manifestantes, me estalló un petardo en la pierna derecha, lo cual me tiró al piso.

Intenté incorporarme inmediatamente, lo logré, pero ya los manifestantes estaban muy cerca de mí.

Fui despojado de mi escudo, de mi equipo antimotín, el cual ya había sido fracturado debido a las explosiones que había contenido a las bombas molotov y a los petardos, ya estaba partido mi escudo, ya estaba roto.

Fui despojado de él. Aún seguí recibiendo golpes, pero seguía de pie todavía, hasta que me despojaron del casco, del chaleco. Ya los golpes con lo que tenían los manifestantes: machetes, tubos, palos, me tiraron al piso.

Nuevamente trato de incorporarme, pero ya no lo logré. Quedé noqueado.

De ahí, por las versiones de la compañera que estuvo conmigo, me dice que me arrastraron estas personas, que eran alrededor de 30 a 40 personas a un vehículo que fungía como una ambulancia.

Yo recobro el conocimiento ya que estoy en ese lugar y ya me encuentro bañado de gasolina, querían prendernos fuego a la compañera y a mí. Soy arrojada de esta unidad, en todo momento me están golpeando, no dejan de golpearme, de insultarme y de querer lincharme.

Minutos después llega mi otra compañera, la cual también es arrojada dentro de este vehículo; también ella está llena de gasolina, golpeada, la despojan de todo lo que, tanto a mí en ese momento ya me habían despojado de todo lo que era mi equipo de protección, todas mis pertenencias; lo mismo a ella, le quitan todas sus pertenencias y nos arrojan al interior de este vehículo.

Ahí los manifestantes continúan golpeando este vehículo, intentando sacarnos, pero por casualidad deciden trasladarnos a una parroquia, una iglesia, ahí en la localidad de Nochixtlán.

Fui privado de la libertad durante dos días y medio prácticamente, estuve ahí retenido. Nos llevan a este lugar, nos presentan con los dirigentes del movimiento, los cuales no dieron sus nombres, pero decían que nos iban a tener ahí mientras se veía qué se podía negociar con nosotros.

Nos ingresan al interior de este recinto y ahí algunas personas amablemente limpian mis heridas, me quitan mi uniforme para que de alguna manera la multitud y la gente que se encontraba al exterior no nos identificara y nos fueran a sacar.

Paso así el día 19 de junio, es domingo. Todo el tiempo los manifestantes están afuera, se escuchan los altavoces, se escuchan los golpes en la estructura de la herrería de esta iglesia y todo el tiempo con el temor de que en cualquier momento nos pudieran sacar.

Pasamos la noche de ese día y el día lunes se presenta el segundo visitador de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, con una mujer de profesión médico, la cual verifica nuestro estado de salud.

Yo en ese momento le referí todas las dolencias que tenía. Posterior a eso los dictámenes médicos me dicen que es un traumatismo craneoencefálico, edema en los dos ojos, fractura de tabique nasal, fractura de índice derecho, rotura de ligamento de la rodilla izquierda, grado dos; esguince en el tobillo derecho e izquierdo grado dos y bueno, todas las lesiones que tenía.

En ese momento, le refiero que y ano veo con mi ojo izquierdo, que la vista la estoy perdiendo, lo mismo por las lesiones; la mano ya no la podía mover, mi brazo derecho ya no podía moverlo, ya estaba todo negro.

Me dice, pues sí, también o más seguro es que estés fracturado y respecto a la nariz, no respiras porque pues también debes tener una fractura, pero no me brindan atención médica ni nada, únicamente verifican que estuviéramos ahí.

Nos piden nuestros datos generales y eso es todo lo que hace este segundo visitador de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y la doctora Tello que lo acompañaba.

Hasta el segundo día se presenta ahora el, se presentó como el comisionado de derechos humanos del pueblo de Oaxaca, de apellido Peimbert, con su secretaria y otro médico, el cual también dice que es un médico y que va a verificar nuestro estado de salud.

Nos pide nuestros datos generales, a la compañera y a mí. Nuevamente refiero las dolencias y las molestias que tengo y me dice lo mismo, que seguramente es porque tengo fractura, seguramente que no veo con el ojo izquierdo porque los edemas y los golpes que tengo y las piernas no las puedo mover, porque es por lo policontundido que me encuentro.

Esta persona es la que nos hace referencia que vamos a ser intercambiados por personas que habían sido presentadas a las autoridades en Oaxaca, de los manifestantes de ese día. Entonces, eso es lo que nos hace mención, que íbamos a ser intercambiados.

Pasa todo ese segundo día y al tercer día es cuando se presentan aproximadamente a medio día, nuevamente tanto el segundo visitador de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos como el comisionado de derechos de los pueblos de Oaxaca; y nos informa que ya se están llevando a cabo las negociaciones para que podamos ser liberados, intercambiados, mejor dicho.

Y ese día, martes, aproximadamente a las 17 horas, 19 horas, nos suben a una ambulancia, a la compañera y a mí que estábamos secuestrados en este lugar; nos dicen que ya se concretó el cambio y que se va a verificar que efectivamente sean liberadas las personas que ellos solicitan su liberación, que aproximadamente nos dicen que son 21, 22 personas, a cambio de nuestra libertad.

Nos llevan a un punto sobre la carretera hacia Oaxaca y ahí estamos aproximadamente dos horas. Esta persona, de apellido Peimbert, y uno de los dirigentes de los maestros, nos dice que ellos también van a estar ahí, por  decirlo así, dando el visto bueno de que se lleve a cabo esta liberación y el intercambio por las personas que habían sido presentadas.

Estuvimos dos horas aproximadamente, hasta que recibe una llamada porque estaba al interior de la ambulancia, junto con nosotros; y le avisan que efectivamente ya una persona, de nombre Padre Uri, le informa que ya se hizo la liberación de las 22 personas que habían solicitado que se liberaran, que fueran puestas en libertad a cambio de nosotros.

El día 22 del mes de junio, el día martes, nos traslada esta persona, que se presenta como Padre Uri, nos trasladan a una iglesia en el centro de Oaxaca, donde se encontraba una autoridad eclesiástica, no recuerdo el nombre, no se presentó; y estaba ahí el jefe de División de Fuerzas Federales; pues le agradecí el apoyo que había recibido y que ya nos encontrábamos en libertad nosotros.

En ese momento ya somos trasladados al servicio médico, toman Rayos X de cráneo, mano, piernas y efectivamente confirma todas las fracturas que antes mencioné.

Soy trasladado por la noche, ya que por las condiciones que imperaban en el lugar no podíamos ser atendidos ahí. Nos trasladan vía aérea a la Ciudad de México.

Esa madrugada soy intervenido del tabique nasal y me hacen cirugía en la mano derecha.

Y respecto a los esguinces, férulas en las dos piernas.

Estuve hospitalizado una semana.

Posterior a esto, requerí nuevamente otra cirugía en la mano derecha porque ya había perdido la movilidad del índice. Y hace diez días nuevamente me tuvieron que intervenir para que pudiera recuperar la movilidad en la mano.

Estuve internado esa segunda ocasión cinco días y todavía pendiente a la evolución y a la rehabilitación para que pueda recobrar la movilidad, tanto en la mano como en la rodilla izquierda.

Esas son las lesiones que presenté.

Todas las lesiones que recibí fueron ya cuando estábamos retirándonos de ese operativo. O sea, nosotros ya éramos la retaguardia, era de las últimas personas que estaba verificando que no quedaran personas retenidas, y ese fue el motivo por el que fui yo capturado, porque esperé hasta el último momento y eso fue lo que causó que fuera yo retenido por los manifestantes ese día.

JUAN: Mi nombre es Juan. Pertenezco a la Policía Federal. Soy de Fuerzas Federales. Fui encomendado en el estado de Oaxaca para cumplir una misión, ya que fui en apoyo a esa población.

Como la misión lo dice: Proteger y servir a la comunidad.

Y estuve encomendado durante 15 días en el IEPO, ya que tiene una importancia esa localidad o esa instalación vital.

Después de ahí, como a las ocho de la mañana nos encomendaron que teníamos que salir a recuperar unos espacios en la carretera federal Oaxaca-México, a la altura de la caseta de la carretera a Huitzo.

Llegando a Huitzo nos topamos con varias personas, armados con piedras, cohetes. Y llegando a ese lugar nos empezaron a arrojar piedras, cohetes, y ahí duramos aproximadamente como cuatro horas para recuperar ese espacio.

Después de ahí, durante las cuatro horas nos regresamos otra vez a la ciudad de Oaxaca pero nos topamos que la carretera estaba tapada, estaban incendiándose vehículos.

Nos topamos con varia gente, armados otra vez con machetes, cohetes, piedras. Y al empezar a replegar a esa gente, aproximadamente como cuatro horas duramos u ocho horas durante el día.

Más o menos a la altura de Hacienda Blanca, donde fui sorprendido por varias personas encapuchadas, con palos y machetes. Ya que fui golpeado en la cabeza con un palo y amputada mi mano con un machetazo, un machete, y fui privado de mi libertad también durante aproximadamente 4 horas, donde esta gente me gritaba cosas, que me iban a matar, que me iban a quemar.

Pero durante ese tiempo que fui privado de mi libertad, sólo dos personas, no sé si estaban en contra de ellos, esas personas les agradezco, fueron los que me rescataron de ese lugar y también agradeciéndole a Dios que estoy vivo.

Y así fue como me sacaron esas personas, vistiéndome de civil, dándome seguridad, llevándome uno a su casa, vistiéndome de civil, quitándome mi uniforme para poder pasar sobre esas, como ellos les llaman también, filtros, donde uno no podía pasar tan fácil. Todo vehículo que pasaba ahí le pasaban revista a ver quién iba.

Entonces, esas personas que me sacaron de ese lugar fueron inteligentes, me sacaron en una moto y así fue como me sacaron de ese lugar y si no, pues quién sabe qué hubiera pasado, a la mejor no estuviera yo aquí.

Y para mí fue doloroso, porque también soy padre de familia, tengo mis hijos y así fue como mis compañeros dieron conmigo y así fue que también me llevaron al hospital del IMSS de ese estado y ya estando ahí me dieron los primeros auxilios me mantuvieron ahí durante un día y después de ahí me trasladaron a la Ciudad de México y ahí, en Médica Sur, estuve como 8 días aproximadamente.

Y ahorita estoy llevando a cabo mis terapias a ver si queda bien mi mano, porque sí está quedando un poco mal y es todo lo que les puedo decir, es lo que viví yo en ese estado.

Gracias.

LUISA: Sí, buenas tardes, soy madre de dos hijos y me encanta hacerles de comer.

Nos dieron la orden a las cinco de la mañana que teníamos que salir a la caseta para desalojar a los manifestantes. En el camino hicimos dos paradas, donde se encontraba la Policía Federal de Oaxaca, de caminos, y continuamos más tarde, como a las siete de la mañana nuestro camino.

Avanzamos ya de pie, sacamos nuestro escudo, avanzamos un buen tramo para llegar a Nochixtlán. Había carros de civil que daban la vuelta y nos gritaban que había muchos tráileres atravesados, no había forma de pasar, pero nosotros continuamos.

Los que iban delante de nosotros eran los policías estatales y ellos, al momento de llegar al pueblo, ya había cosas quemadas, llantas, de todo y llegando inmediatamente nos empezaron a aventar cohetes, piedras y se fueron los estatales hacia el pueblo y nosotros continuamos hacia la caseta; hicimos una línea los policías federales, pero ya los estatales no podían contener las agresiones, ya estaban siendo quemados, golpeados, porque superaban en número a los pobladores.

O sea, eso fue inmediatamente. Sonaban las campanas para que la gente se acercara, los del pueblo, fue todo muy rápido, no nos dio tiempo de seguir hasta la caseta.

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Ya estaban incendiando los tráileres con pollos, sus campamentos estaban llenos de comida, de atunes, de aceite, de arroz, de coca-colas, porque ellos vaciaban los tráileres, tenían todo su campamento para pasar más días plantados ahí.

Continuamos, empezaron a llegar más pobladores nos siguieron aventando piedras, cuetes, de esas botellas que les llaman bomba molotov, que tienen canicas, y seguíamos ahí conteniendo la agresión. Ya había heridos de cohetones en los pies y seguimos ahí cuando al aire escuchamos desde temprano, serían como las 8, 8:30, balas al aire.

Empezaron ellos a lanzar balas, se escuchaba lejos. Nos quedamos sorprendidos porque no esperábamos que nos recibieran así. Después se empezaron a escuchar más cerca las detonaciones y corrían por el panteón, había un panteón al lado de nosotros y se escuchaban ya las detonaciones en el panteón.

Cuando empezaron a caer los heridos de bala y las compañeras o compañeros, los que podíamos los empezábamos a sacar, ellos empezaban a gritar: “me dieron, ayúdenme”; y hubo un momento en que se escucharon mucho las detonaciones, nosotros cubríamos de las camionetas de la Policía, éramos como 50 o 60 cubriéndonos o tirándonos al suelo para que no nos tocara un balazo.

Seguimos conteniendo la agresión, pasó como medio día, como las 11 más o menos ya estábamos cansados cuando llegaron los gendarmes, y ellos se quedaron a contener porque nosotros ya no habíamos ni comido ni tomado agua, no nos había dado tiempo de nada para seguir ahí; y a ellos les daban con todo y los pobladores atravesaron camiones, otro tráiler que estaba ya para la entrada de su pueblo, para que ya no ingresáramos nosotros, pero ya un autobús de ellos llevaba más cuetes y empezaron a llegar muchos pobladores.

Ya nos superaron en número, cuando preguntábamos si teníamos nosotros gas lacrimógeno: ya no había nada, no teníamos nada absolutamente para poder contener. Entonces, en ese momento empezamos a retirarnos ya hacia la carretera, rumbo a Oaxaca, y ya era imposible, ya eran demasiados; ya venían muchos, muchos. Corrimos.

Cuando empezaban a caer más compañeros, mujeres lastimadas de cuetes, de armas de fuego y las camionetas ya iban muy cargadas de los compañeros que iban arriba de ellas para poder salir de ahí. En ese momento se hace una valla de contención porque los autobuses estaban de frente, hacia el pueblo, y todos los compañeros estábamos ya en retirada cuando me quedé a hacer la valla de contención para que pudieran irse, éramos como 30 los que quedábamos ahí.

Nos seguían aventando de todo lo que tenían los pobladores. Yo estaba de lado derecho reforzando la valla y había como cuatro compañeros que estábamos ensamblados con los escudos, cuando de repente ya no los vi. Yo pensé que ya se habían ido, pero ya después me dijeron que uno de ellos había tenido fractura de cráneo y los mismos compañeros se lo llevaron.

Yo me doy cuenta que de ese lado ya estaba sola y quise yo también irme. Y cuando ya me di la vuelta me jalaron, eran muchos, eran como 10 los que me empezaron a jalar.

Cuando me jalan, yo veo cómo cae el compañero de mi otro lado y con todo le daban y a mí también, en ese momento con palos, patadas. Fueron y me echaron gasolina.

Uno de ellos les gritaba que yo era mujer. No sé cómo se dio cuenta porque yo traía todavía mi equipo, pero ni así les importó. Ellos siguieron.

Me empezaron a quitar todo: mis guantes, traía yo anillos, una maletita de cosas donde llevaba yo mis teléfonos, y ellos todo me lo quitaron. Me dieron patadas en la cara; tenía lastimada la boca.

Uno de ellos que gritaba que yo era mujer, ese fue el que me fue a levantar para quitármelos porque ellos no paraban de golpearme. Me pegaron en la espalda con los palos, en las pompas, y ya me llevó al vehículo que hacen mención que es una ambulancia.

De ahí nos gritaban que nos querían linchar, y otros que no, que les íbamos a servir de intercambio. Unos que sí, nos seguían pegando, y había dos que nos dieron la atención en la ambulancia, nos pusieron vendas y nos trasladaron hacia adentro del pueblo, donde la gente paraba la ambulancia para bajarnos.

Las mujeres, las del pueblo, me gritaban, me aventaban, rompieron los vidrios de la ambulancia, las llantas, para bajarme.

Se acercó uno de ellos y me dio  machetazos en la pierna, un poblador, donde yo le dije: “Yo vengo con Cristo, no sé tú”. Y dice: “No me importa”. Le dije: “Bueno”.

Total, gracias a Dios no me cortó la pierna en ese momento.

Seguimos avanzando y volvió otro grupo de pobladores a querernos bajar, pero los paramédicos y cuatro de los que iban ahí de los mismos pobladores no lo permitieron, porque ellos dijeron que, o sea, se hacía la discusión, que sí y que no. “Bájenla con un líder de la Sección 22”, y ellos dijeron: “No, ahí no porque se la van a llevar, se los van a llegar”. Dicen: “Ya déjenla con el líder de la Sección 22” y no.

Siguió la ambulancia con la llanta ponchada, los vidrios rotos con dirección a la iglesia. Ahí la gente corrió, las mujeres con palos y los hombres con los machetes a alcanzar la ambulancia. La ambulancia no se detuvo, ella como pudo avanzó hacia la iglesia.

Llegando ahí, nos dijeron los dos paramédicos que iban: “Corran lo más que puedan, porque si los sacan de la ambulancia, se los jalan, ya no vamos a poder hacer nada con ustedes”.

De los cuatro que iban, de los manifestantes, dos me llevaron a mí del brazo y dos agarraron al compañero y nos metieron. Pero al bajarnos de la ambulancia, los que estaban en la entrada de la iglesia nos empezaron a dar de patadas y a pegarnos en la cabeza y a aventarnos lo que tenían. Eran puros hombres ahí los que nos agredieron en la entrada de la iglesia.

Los que nos llevaban de los brazos, nos metieron hasta adentro del cuarto, donde ya estaba un servicio médico improvisado. Ahí nos dieron las atenciones.

Me cosieron, me cortaron el pelo, nos quitaron la ropa. A mí me cortaron el uniforme porque nos canalizaron. Como pudieron y en las condiciones que estaban nos dieron ahí las primeras atenciones.

Había muchas señoras, unas enfermeras. Las señoras nos llevaron de comer, nos llevaron agua, las que estaban ahí cuidando al Padre.

Entonces, poco a poco empezaron a salirse, empezaron a desalojar y fuimos quedando pocos. Hubo unos médicos que empezaron a hacer guardia, de los que apoyaron al padre en ese momento y nos iban a vigilar, no se acuerda mucho mi compañero porque estaba muy adolorido muy inconsciente, pero iban a ver los médicos, pero los de allá, del pueblo.

Se presentó el padre con nosotros, él nos dijo que nos iba a apoyar, que no nos preocupáramos, que no nos iba a pasar nada, pero él se salió y nos quedamos con una enfermera que nos diera las atenciones y ya.

Y cuando escuchamos que veía la gente, se escuchaba mucho alboroto. En ese momento la enfermera nos quitó el suero, porque estaban que ahí viene, ya los van a sacar para lincharlos, les van a pegar.

Le dije, “pues quítanos el suero rápido”, y a mi compañero yo lo metí en un mueble que estaba ahí con mucho medicamento y le puso los medicamentos para que no fueran a ver y yo no vi un mueble que estaba pegado a la pared y se quedó todo en silencio, todos se salieron cuando pasó un rato y se escuchó la puerta.

Y dice: “dónde están”. No hacíamos ruido y dice, ya no se preocupen, ya se fueron, ya los calmé, no pasa nada, tranquilos. Les dije que era casa de oración, que no vinieran a hacer su alboroto, que ellos respetaran esa casa de Dios.

Así dijo el padre. Nos quedamos más tranquilos, moví el mueble donde metí al compañero y ya se volvió a acostar en unas colchonetas que nos dieron para dormir, no había baño, no hacíamos del baño; no había ni donde bañarnos, tenía yo la sangre en el pelo, seca, duramos ahí todo ese día.

En la tarde noche ya no había nadie y el padre empezó a sacar a la gente de la iglesia para que quedara ya sola. Entonces, empezaron a llegar visitas de los líderes de la Sección 22.

Yo lo reconozco porque él fue quien nos entregó al último y fueron varias visitas y viéndonos: no decían nada más que nos veía y ya. Esa noche llegaron los de Derechos Humanos de Oaxaca, yo me acuerdo, iba la doctora, se presentó así, como doctora; otro señor, pero eran de Derechos, ellos así se presentaron.

Nada más nos preguntaron nuestros nombres, no nos revisaron. Una de ellas, una chaparrita, nos veía como muy enojada, como con mucho coraje, ni siquiera nos dijo si queríamos agua, qué necesitábamos, no nos dieron la atención, nada iban a ver si estábamos ahí.

Seguían las visitas toda la noche. Estuvieron haciendo guardia para vigilarnos, los de la iglesia, los de la Sección 22, Eso fue el domingo.

El lunes ya no había nadie, ya se escuchaba hacia la iglesia, pero volvieron a ir los pobladores. Como a las 12, una de la tarde fueron a gritar, a querernos volver a sacar, pero ya otra vez volvió a intermediar el padre, a tranquilizarlos y ya continuamos todo el lunes.

Mi compañero mal, dormía porque se sentía cansado, adolorido, no sabía él, porque tenía tantas lesiones en su cara, estaba deformada su cara y nos seguían dando visitas para darnos de comer, pero ya en la tarde, o sea, no fue constante la comida, fue poquita, pero son nos faltó (sic)

El médico, siguieron visitándonos los de Derechos Humanos, sin revisarnos, nada más que estuviéramos ahí. Eso fue el lunes.

El lunes en la noche nos empezaron a cambiar de cuartos, diferentes cuartos, junto al padre con el líder de la Sección 22; él nos empezó a cambiar de cuartos, que no hiciéramos ruido porque iban a escuchar los líderes, como tenían una como sesión en la plaza, se escuchaba todo, cómo la maestra que estaba dando la plática, cómo alteraba a todo el pueblo; se escuchaba que ella quería venganza.

Yo me asomé, porque dije: “voy a asomarme a ver si es verdad lo que dicen que están los líderes afuera”. Estaban afuera, pero lejos de nosotros, o sea, no se podía escuchar si nosotros hacíamos ruido; ellos nos estaban cambiando porque ellos pensaban o sabían, no sé, que iban a ir nuestros compañeros a rescatarnos, entonces para que no pudieran encontrarnos nos estuvieron cambiando de cuartos.

Entonces me asomé por una rendija de la ventana y escuchaba yo cómo los de la Sección 22 alteraban al pueblo, les pide venganza, que no se van a quedar las cosas así. Jamás nos bañamos en todo el lunes, nada, ni pudimos entrar al baño tampoco.

Así nos la pasamos todo el lunes en la madrugada, cambiándonos, hasta que en la mañanita nos pasaron donde duerme el padre. Ahí nos dio otras colchonetas, en la casa donde duerme el padre y nos ofreció el baño; pero no nos dio toallas, no nos dio jabón, el agua estaba fría. Entonces yo nada más me enjuagué el pelo, mi compañero también entró al baño.

Amaneció el martes y nos pasaron al comedor de la Iglesia, porque él ya sabía que iba a haber más visitas. El martes ya llegaron los derechos humanos por nosotros, porque ya eran tres grupos que se presentaron de derechos humanos y ellos nos dijeron que iban a estar bien las cosas.

Antes de entrar, la gente empezó a alborotarse mucho, cuando vi de repente que entró un señor de derechos humanos y me dijo: “tranquila, venimos a verlos, a ayudarlos a salir de aquí. Todo va a estar bien”. No sé cómo me vio, me abrazó y me dijo: “tranquila, vas a estar bien”. Mi compañero estaba en el suelo.

En ese momento llegó el jefe Peimbert, de derechos humanos, conocido como ombudsman. Él nos llevó otro médico, porque la médica que yo les comentaba nunca nos revisó ni tomó nota de nuestras lesiones, nada; hasta ese momento llegó el médico, el jefe Peimbert y fue por eso que nos dio la atención, porque ya había más compañeros de él, de derechos humanos, pero anteriormente jamás hizo nada por nosotros, ni siquiera nos dio la atención, nada.

Ya los demás compañeros de derechos humanos nos apoyaron, empezaron a arreglar la situación con los líderes de la Sección 22: sin la autorización de ellos no salíamos, ellos autorizaron y hablaron con los del pueblo porque ellos sabían que íbamos a salir.

Llevaron una ambulancia, donde iba mi compañero, dos de derechos humanos, dos líderes de la Sección 22 y los dos padres y los dos conductores de la ambulancia.

La situación se puso muy tensa, porque al salir de ahí temían que nos fuera a pasar algo, que se acercara un carro y que fuera a hacernos algo, no sé. El ombudsman para el carro, decía: “alto, ¿quién eres? Identifícate”; iban junto con los líderes, un Jetta rojo, como cuatro. Esos nos siguieron en todo momento hasta salir del pueblo, donde en todo el camino estaban ya quemados muchos vechículos, tráileres; pero nadie nos hizo el alto porque ya los líderes habían avisado que íbamos a salir nosotros, dirección a Oaxaca, no sé qué kilómetro.

Llegamos al punto donde iba a ser el intercambio, porque así se había quedado. Los líderes pedían el intercambio de nosotros por los que tenían detenidos.

En ese momento que estábamos debajo de un puente, bajaron unas camionetas de otro pueblo, armados también con palos y todo, muy tensos también estaban, y ya hablaron que no, que estaban bien las cosas y no sé qué, entonces se retiraron.

Nos quitamos de ahí porque no era sano estar ahí.

En eso, informaban a los líderes de la Sección 22 que tenían otro compañero retenido y que lo iban a llevar a la iglesia. El Padre pidió que no se lo llevaran a la iglesia, que lo llevaran donde estábamos nosotros.

Ya cambiamos de lugar, nos fuimos más adelante, donde llegó el otro compañero que fue también secuestrado ese mismo martes y golpeado y todo, llegó junto con nosotros.

Estuvimos esperando mucho rato para que se hiciera el intercambio.

El jefe, el Ombudsman peleaba mucho con los del estado de Oaxaca, con los jefes del estado, que él había ordenado, que él había dicho que se autorizara que salieran los 22, que así no se había quedado la orden. Que él así lo había dicho, si no, no se iba a hacer nada. Así decía y decía.

Ya llegaron ellos en una camioneta, los subieron a otra camioneta. Revisaron los líderes que estuvieran bien y que fueran los que ellos habían contado.

Cuando los suben, a nosotros tres nos bajan y nos entregan con el Padre Ubi. El Padre Ubi nos llevó a la iglesia que está en el centro de Oaxaca, donde ya estaba esperándonos nuestro mando para llevarnos a que nos revisara el médico y posterior a levantar el acta correspondiente.

Así fue.

JOSÉ: Sí, exactamente.

Nosotros llegamos ahí al punto donde se estaba llevando el operativo, como mencioné, desde las seis de la mañana se había montado el operativo para liberar las vías generales de comunicación en esa autopista por parte de la Policía Ministerial del estado de Oaxaca, la Policía Estatal de Oaxaca, Policía Municipal de Oaxaca y la Policía Bancaria Industrial y Comercial también de ahí de Oaxaca.

Y Policía Federal, la División de Fuerzas Federales, en un inicio desde las cinco o seis de la mañana había iniciado ese operativo. Y nosotros, el auxilio, el apoyo que se brinda, se recibe la llamada aproximadamente a las nueve de la mañana y nosotros llegamos a ese punto aproximadamente a las 10:40 de ese día 19 de junio.

JOSÉ: Las ordenes que habíamos recibido era de acudir en auxilio del personal de la Policía Estatal de Oaxaca, de la Policía Ministerial de Oaxaca, de la Policía Bancaria e Industrial de Oaxaca y de la Policía Federal de la División de Gendarmería a acudir en apoyo, ya que el operativo que se estaba llevando a cabo de liberar las vías generales de comunicación en ese tramo carretero de Nochixtlán.

La población los había superado en número y requerían la presencia de mayores elementos.

Esa fue la instrucción que nosotros recibimos: Que acudiéramos en apoyo a ellos.

JOSÉ: Después de que se empezaron a recibir y a haber heridos por armas de fuego, sí hubo una instrucción de que una pequeña parte del personal que acudiría llevara su equipo táctico.

JOSÉ: ¿Yo llevaba arma? Sí.

JOSÉ: Yo llevaba mi pistola.

JOSÉ: Nueve milímetros.

JOSÉ: ¿La accioné? Sí, la tuve que accionar.

LUISA: Nosotros no íbamos armados, llevábamos el equipo antimotín, que consta de escudo, peto, espinilleras y mosleras, casco. Nada más. El gas lacrimógeno, que era muy poco para toda la gente que llegó.

Nadie nos dio la orden. Preguntamos, cuando ya estaba Gendarmería conteniendo fue que preguntamos a los mandos, como segundos mandos de los que estaban, porque eran muchos mandos, si tenían más gas lacrimógeno para seguir ahí y ya no había; entonces lo que hicimos todos, nadie dio la orden: ya no teníamos nada, ni fuerzas, ni gas lacrimógeno, todos nos retiramos, todos, en ese momento.

LUISA: No, nunca hizo por darnos la atención y siempre estuvo pendiente de los otros detenidos, jamás de nosotros, de los otros detenidos del pueblo, los que tenían detenidos.

Acerca de lo que dice, que piensa usted que cómo a lo mejor tienen recursos: ellos en sus reuniones escuchaba yo que pasaban lista a todos los presidentes municipales por su apoyo. Yo escuchaba a la maestra que lideraba ese movimiento ahí en Nochixtlán.

INTERVENCIÓN: Sí, sí era parte de las negociaciones. Pero únicamente cuando se acercaba a nosotros, bueno, las negociaciones las hacía no estando nosotros presentes, nada más como si fuera un secuestro, nos pasaba para que corroboraran que efectivamente éramos nosotros y nos pedía con nuestros mandos en ese momento.

Pero únicamente la negociación o las llamadas que recibíamos o que nos permitía atender, era para que nos comunicáramos con quien estaba negociando. Pero sí era parte de la negociación.

¿Qué más se comentaba y demás?

Pues no. Nada más se nos pasaba el teléfono: a ver, sus nombres, su edad, a qué pertenecen. Era lo que hacía, pero sí era parte de negociaciones; ¿con quién? Desconozco.

EDUARDO: A mi parecer, soy padre de familia antes que nada, y como ser humano, en un contexto a mi parecer, los pobladores fueron manipulados, manipulados drásticamente con otros fines.

Ellos sin saber que estaban lacerando bienes de terceros, en eso no se ponen a pensar. La manipulación, no sé si son con fines de lucro, pero yo digo que los líderes que hicieron esa manipulación sobre la gente se les salió de control, sí.

Con un fin, nosotros no íbamos con el fin de agredir y golpear a los pobladores; nosotros íbamos con el fin de dialogar para que se liberara esa vía de alimentación.

En un principio se liberó, pero después ya al lapso de la mañana, 10, empezaron a repicar las campanas, a repicar las campanas de una iglesia.

¿Para qué se repican las campanas de una iglesia? Para ir a misa, ¿no?

En esa ocasión no. Es como un toque de, yo diría que de guerra, ¿no?

Desde ahí, digo yo, que empezaron a manipular a la gente, y ya se juntó un grupo de gente en la mayoría hombres, y fue cuando empezó la agresión fuerte. Se salió de control.

EDUARDO: Yo calculo que era todo el pueblo, unos seis mil, siete mil, o arriba. Y no venían con el fin de dialogar con nosotros. Venían a querernos hacer daño.

Los cohetes no eran normales, como los que tiran en una feria, en una fiesta. El acto que chocaban los escudos, los escudos que traemos nosotros son fuertes para resistir golpes. Los cohetes nos los despedazaban.

Habían unas bolas grandes que chocaban enfrente de nosotros, nos incendiaban. Muchos compañeros quemados.

Ellos sí venían con el afán de dañarnos; nosotros contener.

Nuevamente, se les salió de control a los líderes, y los líderes no estaban al frente, siempre atrás.

EDUARDO: Pues en el acto, desconozco.

Yo recibí un impacto por arma de fuego, como al acto de mediodía, después que se escucharon las detonaciones. Yo todavía traigo la ojiva en el omóplato, los dolores no me dejan.

Al sentir eso me desvanecí y me replegué hacia atrás; no sentí después de una hora que no podía ni mover mi brazo y me quité el equipo y dieron la entrada y la ojiva todavía la tengo adentro.

Ya anteriormente se habían escuchado ráfagas de armas de fuego y de eso nos cuidábamos, nos agachábamos. La violencia era extrema, no sé qué indicaciones tenían esos líderes o por qué.

Como manifiestan compañeros, no sabemos pues.

EDUARDO: Me retiraron a eso de mediodía, yo estaba ya en la parte de atrás de una ambulancia, fue cuando empezaron a replegar a los compañeros, porque ya nos estaban superando en número y empezamos a retrocedernos.

Y no nos dejaban retroceder, si seguíamos avanzando, desde ahí de Nochixtlán son 73 kilómetros para llegar a la capital e Oaxaca. Con decirle que nos dio el transcurso del día y de la noche.

Mi primera atención médica fue a las tres de la mañana y manifiesto ahí que donde iba en la ambulancia con otros ocho compañeros más heridos.

No, ahora sí que pierdo la cordura pues de lo que sucedió en el transcurso, porque ya estaba yo como perdido de la realidad.

EDUARDO: (Soy) Policía federal.

EDUARDO: Negativo, en la fuerza que yo iba, primero estatales, municipales y atrás íbamos nosotros, porque nosotros éramos la fuerza de apoyo hacia el estado, en ningún momento yo vi compañeros de civiles.

EDUARDO: Con casco, escudo…

EDUARDO: Igual, misma acción, iban equipados, sí.

ÁNGEL: Con respecto a eso de que nosotros impedíamos a que los pobladores recibieran su atención médica, pues en dado caso no me constan esas versiones.

Al contrario, a mí me estaban atendiendo en una clínica que le llaman “Clínica 2000”. De ahí me sacaron porque los compañeros decían que en los demás hospitales o los dirigentes tenían tomadas las instalaciones de los demás hospitales y que iban a sacarme de ahí para lincharme.

En esa clínica me iban a dar la primera atención, y ya luego me trasladaron al IMSS, que era el único hospital donde nos estaban recibiendo.

Con decirle que muchos compañeros que iban a querer pasar al ISSSTE nunca pudieron pasar porque ese hospital lo tenían tomado por maestros.

Esa es la única versión que tengo yo sobre esa pregunta.

LUISA: La ambulancia del pueblo entraba por sus heridos y así se regresaba hacia adentro del pueblo.

Jamás nos dijeron que iban a pasar. Jamás les hubiéramos negado el paso, obviamente sabíamos que llevaban ellos lesionados. Pero la ambulancia se metía al pueblo, jamás intentó pasar con sus heridos, nada.

Nosotros no recibimos órdenes de agredir al pueblo, la orden era de desalojar la caseta para que los tráileres y los carros circularan.

Los estatales eran los que tenían la indicación de entrar al pueblo, como lo comenté hace rato, ya eran muchos los pobladores los que ya tenían muy agredidos a los estatales.

Y falta otra pregunta, no me acuerdo cuál era…

LUISA: No teníamos la cantidad de las personas, pero sí se escuchaban varias armas.

LUISA: No, de agredir al pueblo jamás.

Nuestra indicación era nada más desalojar y permanecer en la vía federal.

LUISA: Hasta donde estaban quemados los pollos, los tráileres.

LUISA: Ajá, hasta ahí.

INTERVENCIÓN: En lo concreto de las primeras agresiones con arma de fuego fueron después de los repiques de las campañas de la iglesia.

Y del conocimiento de que hayan aprehendido a alguna persona con arma, desconozco, porque le digo, mi agresión me hizo retirarme de las filas que estaban enfrente, hacia la retaguardia.

INTERVENCIÓN: Aproximadamente empezaron a escucharse, era, yo le calculo, como eso de las 10, 11 de la mañana se escuchaban ya detonaciones de armas de fuego. Las campanas las sonaron entre 9 de la mañana, por ahí.

Nosotros llegamos a Asunción, Nochixtlán, como a eso de las 7 de la mañana. Ya al lapso de las 8 ya habíamos liberado la carretera y ya teníamos una valla de contención a la altura de una gasolinera, había una gasolinera, ahí estábamos en primera estancia haciendo un valla. Pero al frente estaban los estatales.

Ya en el lapso del día fue que ellos avanzaban y nosotros les prestábamos el apoyo. Entre 11 y 12 se escucharon detonaciones de armas de fuego.

LUISA: Las primeras detonaciones al aire fueron de los pobladores. Yo me acuerdo que los estatales iban armados, en ningún operativo con ellos iban armados, en ese momento nosotros los vimos que iban armados y estaban replegando la agresión que nos daba el pueblo, ellos replegaban la agresión con sus armas.

Hubo también un poco de confusión entre ellos con nosotros, porque ellos no nos permitían grabar. Se nos acercaron y a los que estaban grabando se los prohibieron, que guardaran el teléfono; esa fue una tensión muy fea.

Un comandante, no sé quién era, les habló por el radio de la patrulla, que se acercaran porque sus compañeros que estaban al frente estaban siendo muy lastimados. Inclusive se fueron enojados contra él, diciéndole de cosas, se hicieron de palabras.

Sí hemos tenido curso de derechos humanos. No hubo, por parte de nosotros, que yo me acuerde, en el operativo, que hayan llevado armas. Sí vi cuando un grupo de estatales retuvo a pobladores que estaban en el panteón; de ahí los sacaron, no sé cuántos eran, hasta iba un señor ya grande, me acuerdo de él. Otro que llevaban sangrando y lo llevaban en una patrulla.

¿Qué más preguntó?

LUISA: Yo sé que se tienen que gastar todos los recursos de diálogo, de palabras de los mandos hacia los pobladores: jamás hubo eso, porque los pobladores no nos permitieron acercarnos a ellos, la agresión fue inmediata y nunca se terminó.

No hubo líderes que se acercaran a dialogar con un mando, como anteriormente se había visto, porque fuimos nosotros a desalojar el aeropuerto y estaba al frente un líder. En ese momento no había líderes, ni del pueblo que se acercaran con nosotros para que de ese lado se terminaran las agresiones, ni de nosotros.

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