Saturday 20 de April del 2024

Fotos y Video Archivo Desclasificado : La leyenda de los ‘narcosátanicos’ y los Cateos en Atizapán

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Ya han pasado 17 años pero nadie olvida que en esta ciudad existió una secta de narcotraficantes seguidores del “Palo Mayombe” –una religión afroantillana- que sacrificó a por lo menos 14 personas como parte de un culto con el que buscaban protección sobrenatural a sus actividades.

Desde 1989 Matamoros no ha podido sacudirse del estigma de ser la cuna de los “narcosatánicos”, una banda de traficantes de droga comandados por Aldolfo de Jesús Constanzo, un joven de ascendencia cubana originario de Miami que pasó a la historia bajo el sobrenombre de “El Padrino”.

Los protagonistas de uno de los sucesos más célebres de la nota roja mexicana no han podido olvidar el horror que se vivió en el rancho Santa Elena, un predio ubicado a un lado de lo que ahora es la autopista Reynosa-Matamoros, donde el 11 de abril de 1989, autoridades de México y Estados Unidos encontraron 14 cadáveres sepultados.

Podrá pasar toda una vida, pero los sangrientos eventos que dieron notoriedad internacional a los “narcosatánicos” dejarán una huella imborrable en la historia negra de la frontera mexicana.

A más de tres lustros de distancia Serafín Hernández, uno de los detenidos por estos crímenes, quien purga una condena de 47 años de prisión en el penal de Ciudad Victoria, aseguró que ya está completamente rehabilitado y listo para ser liberado.
“Yo creo que ya merecemos la preliberación, pues hemos tenido buen comportamiento durante estos últimos 17 años y medio. Incluso hemos progresado, hemos trabajado muy duro para salir adelante. Nos merecemos la libertad, sobre todo porque somos inocentes”, dijo en entrevista con el periódico El Mañana de Matamoros.

Desde el penal victorense -donde también se encuentran David Serna y Sergio Martínez, otros dos integrantes de la banda-, Hernández aseguró que tanto él como sus compañeros son inocentes y que la policía los usó como “chivos expiatorios” para resolver un caso.
Incluso acusó al comandante de la desaparecida Policía Judicial Federal (PJF), Juan Benítez Ayala; al entonces sheriff del Condado de Cameron, Alex Perez y al ex jefe de detectives del Condado de Cameron, George Gavito, de haberlos torturado para arrancarles una confesión.

En entrevista con Hora Cero y El Mañana de Matamoros, Gavito rechazó las acusaciones de tortura que lanzó en su contra Hernández.
“Que no digan mentiras porque ellos solitos declararon todo”, expresó.
El ex jefe policiaco indicó que, no obstante las acusaciones, ninguno de los detenidos fue golpeado por la policía mexicana o texana.
“Siempre estuvimos todas las autoridades juntas. Jamás se les tocó, jamás se les ofendió porque además siempre los tuvo la Policía Judicial Federal y nosotros no intervenimos en sus declaraciones ni tampoco la policía estatal, porque esto fue a nivel federal”, sentenció.

Para probar sus dichos, el ex jefe policiaco mostró a Hora Cero un video de poco más de cuatro horas de duración donde se observa la incursión al rancho Santa Elena.
Lo más impactante de la cinta es cuando Serafín Hernández no sólo identifica cada uno de los lugares donde estaban enterradas víctimas del grupo, sino que desentierra los restos del estudiante estadounidense, Mark Kilroy.

UN LEGADO DE SANGRE
La leyenda de los “narcosatánicos” inició a mediados de la década de los 80, cuando los grandes cárteles de la droga eran pequeñas bandas con poderío local y la marihuana, en vez de la cocaína, era la mercancía preferida.

En ese entonces Adolfo de Jesús Constanzo, un carismático personaje que a los tres años de edad fue iniciado por su madre en las prácticas del “Palo Mayombre”, empezó una carrera delictiva que en 1981 lo llevó a la cárcel en su natal Maimi, por el delito de robo.
En 1984, cuando tenía 24 años, Constanzo abandonó sus estudios en el Instituto Comunitario del Condado Dade y se trasladó a la frontera de México con Estados Unidos, donde inició un lucrativo negocio vendiendo “protección” sobrenatural a diversos personajes de las altas esferas sociales de la época. Se cuenta que sus “trabajos” de magia negra se cotizaban entre 8 mil y 40 mil dólares.

Con el tiempo, el joven brujo radicado en Matamoros quiso incrementar sus ganancias y se inició en el tráfico de drogas. Para entonces “El Padrino”, como era llamado, ya contaba con varios adeptos sobre los que ejercía un impresionante control.
Entre sus discipulos sobresalía Sara Villarreal Aldrete, una joven divorciada, estudiante de Educación Física y pariente del ex gobernador de Tamaulipas, Américo Villarreal Guerra, quien es elevada al estatus de sacerdotisa y amante de Constanzo. De acuerdo a los biógrafos del grupo, Sara se dedicaba al reclutamiento de nuevos integrantes de la secta, además de que tenía un papel protagónico en los rituales del grupo.

Estas versiones siempre han sido rechazados por la joven, quien purga una condena de 50 años de cárcel en la Ciudad de México y cuya historia sirvió de inspiración para la película Perdita Durango, del cineasta español Alex de la Iglesia.
Conforme fue pasando el tiempo, el grupo de Constanzo fue ganando dinero y poder gracias a la fe que sus integrantes le tenían a su “Padrino”, quien les aseguraba que los ritos en los que participaban los harían invulnerables a las balas e invisibles a los ojos de la policía.

Pero más allá de esta fe ciega, la realidad era que los “narcosatanicos” se estaba consolidando como un importante cartel de la droga en Matamoros. De acuerdo a informes del departamento del Sheriff del Condado de Cameron, la banda llegó a introducir a Estados Unidos hasta 3 mil libras (2 mil 720 kilos) de marihuana al mes.
Esta bonanza también se sustentaba en lo violento del grupo, que no dudaba en asesinar a quienes se interponían en sus planes o fueran útiles para los ritos de Constanzo.

El escenario de la mayoría de estos crímenes era el rancho Santa Elena, una regular extensión de tierra ubicada a 26 kilómetros de Matamoros y a un lado de lo que ahora es la autopista Reynosa-Matamoros.
Este predio, que ahora luce totalmente abandonado e invadido por maleza y nopaleras, era utilizado como bodega, panteón clandestino y templo para las ceremonias de la banda.
Un ejemplo de la violencia que aplicaba es el homicidio de Rubén Vela, Ernesto Rivas y Ezequiel Rodíguez “El Cheque”, quienes el 14 de febrero fueron secuestrados por un comando de alrededor de 15 personas que se trasladaba en una Suburban color celeste y un automóvil compacto.

De acuerdo a los reportes de la época, el trío se encontraba cerca del bolerama Los Pinos, de Matamoros, cuando el comando -cuyos integrantes se identificaron como integrantes de la Policía Judicial Federal-los “levantó” y los llevó al rancho Santa Elena. Ya en este lugar, cada uno de los plagiados fue lanzado a un pozo, donde murieron acribillados por disparos de metralleta.

Sin embargo, los crímenes por lo que se recordará a esta banda son los que están relacionados con el rito del “Palo Mayombe” y que se ejecutaban por instrucciones de Constanzo.
El más célebre: el del joven estudiante estadounidense Mark Kilroy, quien en 1989 y durante la celebración del Spring Break (como se le llama al periódico vacacional de Semana Santa de Estados Unidos), fue secuestrado por un grupo encabezado por Serafín Hernández.
Haciéndose pasar por agentes federales, los seguidores de Constanzo plagiaron a Kilroy mientras éste se divertía en la zona de discotecas de la zona rosa de Matamoros, a unas cuadras del puente internacional.
El secuestro respondía a una orden de “El Padrino”, quien necesitaba a un joven de tez blanca, preferentemente de origen estadounidense, para uno de sus ritos de protección a sus actividades ilegales. Según los reportes de la época, Kilroy estuvo a punto de escapar de sus captores pero fue recapturado y trasladado al rancho Santa Elena, donde permaneció cautivo hasta que, una noche, fue ejecutado en una ceremonia ritual.
En sus declaraciones a las autoridades, los “narcosatánicos” narraron que fue Constanzo quien asesinó a Kilroy con un machete, para posteriormente amputarle las piernas, sustraerle el cerebro y parte de la columna vertebral, con la que se elaboró un collar.

Y es que de acuerdo a los ritos de “Palo Mayombe”, tras el sacrificio la sangre, cerebro y demás órganos de la víctima son hervidos en un caldero para elaborar una “sopa” que es bebida por quienes desean protección sobrenatural.
Al igual que las otras 14 personas que fueron ejecutadas en el rancho Santa Elena, los restos de Kilroy fueron enterrados en este predio donde, meses después, fueron encontrados por la policía mexicana y estadounidense.

INICIA LA LEYENDA
La desaparición de Kilroy, sobrino de tío un jefe de Aduanas en la ciudad de Los Angeles, generó que las autoridades estadounidenses pusieran atención a lo que estaba sucediendo al sur de sus fronteras. El departamento del Sheriff del Condado de Cameron inició una investigación a cargo del entonces jefe de detectives, George Gavito.
El hoy jefe de seguridad del Puerto de Brownsville expresó que al investigar los hechos encontraron una extraña insistencia de las autoridades matamorenses por negar que Kilroy estuviera en territorio mexicano.

“Los amigos de Kilroy fueron a la policía mexicana y les dijeron que no podían hacer nada; incluso cuando yo me entrevisté con las autoridades mexicanas nos aseguraban que Kilroy había cruzado la frontera, que no estaba en México”, recordó.
Al no encontrar respuesta de las autoridades estatales, Gavito recurrió a Juan Benítez Ayala, un comandante de la desaparecida Judicial Federal a quien le tenía confianza por haber trabajado juntos en investigaciones contra el tráfico de drogas.
Esta colaboración permitió conseguir algunas pistas sobre las actividades de Constanzo y sus seguidores que llamaron la atención de las autoridades.

“Un año antes yo había tenido una investigación sobre la desaparición de alguien muy cercano a Constanzo, quien supuestamente fue secuestrado por gente del comandante mexicano Florentino Ventura (de la PJF) allá por el rumbo del Amigoland Mall (de Brownsville)”, recordó Gavito.
Sin embargo, el principio del fin de los narcosatánicos se dió de forma fortuita. El 9 de abril de 1989 David Serna Valdez, integrante de la banda, fue detenido en un retén de la PJF ubicado en el kilómetro 22 de la carretera Reynosa-Matamoros, apenas a 4 kilómetros de distancia del rancho Santa Elena.

Al realizar una revisión al vehículo que tripulaba Serna, las autoridades encontraron una pistola calibre .38 y rastros de marihuana, por lo que procedieron a detenerlo.

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Gavito aseguró que, tras ser arrestado, el joven aceptó formar parte de una banda de narcotraficantes y llevó a las autoridades al rancho Santa Elena, donde tenían escondidos 110 kilos de marihuana.
En el lugar también fueron detenidos Helio Hernández (propietario del rancho), su hijo Serafín Hernández, Sergio Martínez, Manlio Ponce y Domingo Reyes, quien laboraba como velador del lugar.
Tras el allanamiento el grupo fue trasladado a las instalaciones de la Procuraduría General de la República en Matamoros, donde se procedió a interrogarlos. Mientras tanto, el velador fue puesto bajo la custodia de un agente federal en las oficinas administrativas de la dependencia, pues se consideró que no era peligroso.

Según Gavito, unas horas después de su detención el velador observó una fotografía de Mark Kilroy que estaba en la oficina donde se encontraba y le dijo a su custodio que había visto al joven.
“Al ver un cartel de Kirloy en la PJF (el velador) mencionó que al joven lo había visto en el rancho, amarrado de pies y manos”, expresó.
Sin poder creer lo que escuchaba, el agente llamó al comandante Benítez Ayala, quien tras interrogar al velador, a Hernández y a Serna, confirmó los informes. De inmediato llamó por teléfono a su amigo Gavito para informarle que Kilroy había sido asesinado y estaba enterrado en el rancho Santa Elena.

“Esto a mí me lo dijo Benítez, quien me explicó que no tuvo más que preguntarles para que dijeran todo. Y es que, reitero, se sentían intocables por su Dios”, recordó el entrevistado.
Tras recibir la noticia, Gavito y Benítez Ayala acordaron irrumpir en el rancho Santa Elena el 11 de abril, donde llegaron alrededor de las 6 horas de ese día, acompañados por Serafín Hernández.
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La incursión de los elementos policiacos al rancho Santa Elena, donde al final del día se encontraron 14 cadáveres, fue registrada en un video que Gavito aún tiene en su poder y al que Hora Cero tuvo acceso.
La cinta, en formato VHS, tiene una duración de poco más de 4 horas y en ella se observa el arribo de las autoridades federales y el momento en que encuentran dentro de una casa de madera (que días después fue quemada) diversos artículos para la práctica de brujería.

En el video se ve a Serafín Hernández identificando cada uno de los lugares donde se encuentran enterrados los cuerpos de las víctimas de los “narcosatánicos”.
Gavito expresó que esta cinta es prueba irrefutable de la culpabilidad de los detenidos, pues en ella se observa a los integrantes de la banda no sólo identificar los lugares donde se encuentran los restos de sus víctimas, sino que hasta los desentierran.
“Ellos solos dijeron todo porque se sentían inmortales, dioses; pensaban que iba a llegar Constanzo volando para salvarlos”, señaló.
El ex jefe de detectives en el Condado de Cameron indicó que lo que más le sorprendió de Serafín Hernández fue la sangre fría que mostró al momento de desenterrar los cuerpos de sus víctimas.

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“Hay parte en la grabación, ya estando en el rancho Santa Elena, que me dice Hernández: ‘hey Gavito, un lonchecito, como que ya hace hambre. Manda por unas tortillas con machacado’. Esto lo decía mientras excavaba una de las fosas clandestinas en donde hacían los sacrificios humanos”, expresó.
Una de las partes más impresionantes de la cinta es cuando Hernández comienza a cavar en el lugar donde había sido enterrado Mark Kilroy y el comandante Benítez Ayala le pregunta: “¿quién está aquí enterrado?”, y el detenido contesta: “el gringo muerto”.

Tras unos minutos más de diálogo entre la policía y Hernández, finalmente éste descubre los restos de Kilroy, quien fue enterrado boca abajo, decapitado y sin piernas. En ese momento el detenido no puede evitar vomitar mientras los policías le urgen a que siga excavando hasta que logra desenterrar por completo lo que quedaba del estudiante estadounidense, cuyos restos permanecían junto al famoso collar de vértebras elaborado por Constanzo.
LA MUERTE DE “EL PADRINO”

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Luego de cateo el mundo empezó a conocer los detalles de los horrores que se vivieron en el rancho Santa Elena. De los 14 cuerpos que se encontraron en el lugar, las autoridades lograron identificar a Mark Kilroy, Gilberto Garza Sosa, Víctor Sauceda Galván, Ernesto Rivas Díaz, Rubén Vela y Ezequiel Rodríguez Luna.
Al enterarse de la detención de sus compañeros, José de Jesús Constanzo logró darse a la fuga acompañado por sus cómplices Sara Villarreal Aldrete, Martín Quintana, Alvaro de León Valdez y Omar Orea Ochoa.
Las autoridades mexicanas iniciaron una cacería por varios puntos del país que generó un clima de psicosis en la ciudad de Matamoros.

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Andrés Cuéllar, cronista de la ciudad, recordó que en estos años Matamoros era una población en crecimiento que no estaba preparada para los acontecimientos que estaba presenciando.
“En ese entonces había mucho miedo pues se inició una especie de cacería de brujas por toda la ciudad, donde se encontraban por todos lados símbolos satánicos y de Palo Mayombe, la realidad es que la gente verdaderamente se asustó”, dijo el cronista.
Finalmente, el 24 de abril de ese año agentes de la Policía Judicial del Distrito Federal detuvieron Salvador Antonio Villalzo y a Víctor Manuel Antúnez Flores, quienes formaban parte de la banda de Constanzo y estaban escondidos en un departamento ubicado en el número 31 de la calle de Londres, en la capital del país. El inmueble fue indentificado como uno de los centros de operaciones de “El Padrino”.

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Gracias a estas detenciones las autoridades lograron identificar las casas de seguridad de Costanzo y su grupo, por lo que se realizaron cateos en domicilios ubicados en las poblaciones de Atizapán y Bosques de Echegaray, en el Estado de México, sin que se obtuvieran resultados.
Sin embargo, gracias a los informes proporcionados por la cajera de un supermercado ubicado sobre la calle Río Sena de la capital del país, las autoridades identificaron a uno de los integrantes de la banda de Constanzo, quien continuamente hacía compras en el lugar y además pagaba con dólares.
Posteriores investigaciones, sumadas con una carta que Sara hizo llegar a las autoridades donde aseguraba que estaba secuestrada, permitieron localizar a “El Padrino” y sus cómplices en un departamento ubicado en el número 19 de la calle Río Sena, en las inmediaciones de Circuito Interior y la colonia Cuauhtémoc.

Alrededor de las 13:00 horas del 6 de mayo de 1989, elementos judiciales capitalinos comenzaron a investigar en los alrededores de los departamentos hasta que dieron con un vehículo cuyas características coincidían con el que de Constanzo.
Los reportes indican que al ver a los judiciales revisar su vehículo, “El Padrino” inició una balacera y el área fue rodeada de policías que impidieron la fuga del delincuente.
Al verse copado, el jefe de la banda ordenó un pacto suicida entre sus compañeros y correspondió a De León asesinar a Constanzo, quien fue encontrado muerto en el interior un clóset a unos centímetros del cuerpo de Quintana. El resto de los “narcosatánicos” fueron arrestados vivos por los policías.

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DESDE LA CARCEL, AÑOS DESPUES
Serafín Hernández, David Serna y Sergio Martínez son tres de los integrantes de la banda de los “narcosatánicos” que purgan una condena de 47 años de prisión en el penal de Ciudad Victoria, a donde fueron trasladados después de un motín en la desaparecida cárcel de Matamoros, ubicada en las calles de 21 y González.
La cárcel no ha sido tan mala para Hernández y Serna, quienes lograron instalar un negocio de carpintería en el interior del centro penitenciario. En entrevista con El Mañana de Reynosa, Hernández presumió lo bien que les ha ido con su negocio.
“En los últimos años nos ha ido muy bien. David y yo tenemos una carpintería en el penal y la verdad nos va con madre. Tenemos muchos pedidos de muebles, incluso de personas que vienen desde Canadá, de los Estados Unidos y de aquí mismo, de México”, indicó.

Hernández, quien en la actualidad cuenta con 35 años de edad, prefiere no hablar mucho de su pasado en Matamoros, pues teme que al hacerlo atraiga publicidad que dificulte su proceso de preliberación.
“Ya no queremos más publicidad en los medios de comunicación, ya que en estos momentos nos va muy bien, además está en proceso nuestra preliberación. La solicitamos hace poco, por buen comportamiento, pues ya tenemos encerrados como 17 años y medio”, dijo.
Aún así, el joven originario de Houston, quien estudió la carrera de Narcóticos en la Universidad de Texas en Brownsville para ingresar a las filas de la DEA (la agencia antidrogas de Estados Unidos), no pierde la oportunidad para asegurar que es inocente de los cargos que se le imputan e incluso asegura que el proceso judicial en el que fue sentenciado fue irregular.
“Cuando me apresaron yo hablaba un 99 por ciento inglés y no entendía mucho lo que me decían en español, por lo que mi enjuiciamiento fue totalmente ilegal”, acusó.

Por su parte, Sergio Martínez Salinas, también conocido como “La Mariposa”, muestra una actitud muy diferente a la de sus compañeros, pues no le gusta dar entrevistas.
“Yo ya no quiero hablar de nada. El otro día vino un viejo y me entrevistó. Me dijo que me iba a traer una copia del periódico, unas fotos y una feria, y al final no me trajo nada”, explicó.
Debido a su carácter violento, Martínez Salinas se encuentra recluído en el módulo tres del penal de Ciudad Victoria, un área considerada como “especial” pues ahí se encuentran los políticos y los reos “de carácter más fuerte”. Incluso, por recomendación de los psicólogos que lo han analizado, tiene una celda para él solo.

Esta agresividad se nota cuando habla del progreso de sus compañeros, del cual se mantiene al margen.
“Serafín y David tienen una carpintería donde les va muy bien. Uno hace trabajos pequeños, es lo que podemos hacer ahí”, sentenció.
Incluso en los encuentros que ha tenido con los medios de comunicación, Martínez Salinas no duda en condicionar sus declaraciones a un pago económico.

“Si quieres, ya sabes: una feria y te doy una entrevista en forma”, ha dicho.
LA MARCA QUE NO SE OLVIDA

El obispo de la Diócesis de Matamoros, Faustino Armendáriz Jiménez, expresó que la Iglesia Católica está en contra de todo acto que atente contra la humanidad. Sin embargo, recordó que existe el perdón y el arrepentimiento, a lo cual todo ser humano tiene derecho.
Ante ello dijo que compete a las autoridades judiciales determinar si el arrepentimiento que han mostrado los detenidos es suficiente para que se revise su caso y se analice su posible liberación.

“Han mostrado una conducta diferente después de 17 años, en donde han evolucionado en su manera de ver las cosas; si ellos piden retomar el caso se tiene que reconsiderar por parte de las autoridades”, dijo.
Por su parte Andrés Cuéllar, cronista de la ciudad de Matamoros, aseguró que la marca que los “narcosatánicos” dejaron a la ciudad será muy difícil de olvidar.
“Hubo libros, reportajes y artículos en revistas importantes -incluso años después de los hechos- que nos impiden olvidar lo que sucedió. Podemos decir que ya es una leyenda, que es parte de la imaginación popular pues es increíble como en todo este caso influye mucho toda la tradición mágica que se generó alrededor de este caso”, dijo.

Cuéllar aseguró que el momento en que se encontraba Matamoros también ayudó a que la leyenda creciera, pues en ese entonces el narcotráfico era una actividad muy diferente a la que existe ahora.

“La ciudad estaba en un proceso de crecimiento y al crecer fue registrando cambios en su cultura, por eso podemos decir que estos hechos cambiaron el rostro de la ciudad; sin embargo, no podemos decir cuánto la cambiaron, eso es algo muy difícil de medir pero lo que es claro es que estos lamentables eventos fueron una característica de ese crecimiento que registró Matamoros”.

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El cronista reconoció que aunque han pasado 17 años de los crímenes, la memoria popular ya los ha convertido en una leyenda donde, en muchas ocasiones, se exagera en los hechos.
“Esto ya se volvió un mito y como sucede con los mitos es muy difícil de saber qué es lo que sucedió en realidad. De hecho, los historiadores hemos pasado como 30 años intentando convencer a la población de que Matamoros no es tres veces heroica y nadie nos cree. Si no podemos convencer a la población de algo como eso, mucho menos de un mito como el de los narcosatánicos”, finalizó.
CABEZA..

Los muertos del rancho Santa Elena
Nombre:
Mark Kilroy
Edad: 21 años
Originario:
Santa Fe, Texas
Nombre:
Gilberto Garza Sosa
Edad: 20 años
Originario:
Matamoros, Tamaulipas
Nombre:
Víctor Sauceda Galván
Edad: 22 años
Originario:
Matamoros, Tamaulipas
Nombre:
Ernesto Rivas Díaz
Edad: 23 años
Originario:
Monterrey, Nuevo León
Nombre:
Rubén Vela Garza
Edad: 30 años
Originario:
La Pesca, Tamaulipas
Nombre:
Ezequiel Rodríguez Luna
Edad: 22 años
Originario:
Matamoros, Tamaulipas

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