Friday 26 de April del 2024

Cuando el deporte se vuelve obsesión: vigorexia

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Además de perder varias piezas dentales, los problemas renales y de hígado le impiden llevar una vida normal.

De manera a veces imperceptible, diversos factores de la vida cotidiana afectan el comportamiento humano de múltiples maneras. Desde hábitos higiénicos hasta los alimenticios, atravesando incluso por los sexuales, estas costumbres se han visto modificadas a lo largo de la historia.

Una de las actividades humanas que más variaciones ha sufrido con el paso de los siglos, es el ejercicio físico. Esta actividad está directamente ligada con las necesidades que tiene el hombre en determinada etapa de la historia. Sin embargo, en las últimas décadas, un fenómeno en particular ha llamado la atención médica a nivel mundial: la vigorexia.

Conocido como un trastorno conductual que afecta a una persona gracias a la permanente persecución del cuerpo perfecto, la vigorexia o dismorfia muscular afecta, principalmente, de manera psicológica a quien la padece aunque, de agravarse, también puede causar graves daños a la salud física del enfermo.

Quien padece esta condición no es consciente del exceso de esfuerzo al que somete a su cuerpo y, además, sufre una distorsión en la percepción que tiene sobre el mismo. Es decir, quien sufre de vigorexia no es capaz de observar su cuerpo como es en realidad: siempre se siente pequeño, siempre se cree débil.

Una enfermedad multidisciplinaria

De acuerdo con el Doctor en Psicología, Francisco Morales, la vigorexia, al igual que varios trastornos que guardan relación con la imagen física o corporal, tiene que ver con lo que el enfermo cree ver en su persona, afectado por diversas situaciones contextuales que lo rodean.

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“Con gran frecuencia, la vigorexia se encuentra ligada a una condición de ansiedad o de depresión y a una amplia distorsión de lo que el individuo percibe sobre la imagen de su cuerpo. Por eso no pueden dejar de hacer ejercicio, porque ellos no observan un crecimiento muscular que los satisfaga”, comentó el experto a Letra Roja.

De acuerdo con el entrevistado, la percepción es lo que ofrece al cerebro humano una interpretación de la realidad, aunque esta es, gracias a ello, una realidad subjetiva. Debido a esta característica, la realidad siempre tiene que ver con la historia del sujeto y con el cómo se vive emocionalmente, aunque también podría tener un problema de tipo neurológico.

“La imagen que le devuelve el espejo a estos sujetos no la integran adecuadamente, es decir, tal y como la mayoría de personas la perciben, sino como ellos se imaginan que es”, explicó Morales Carmona.

Como en todas las enfermedades, mentales y físicas, la vigorexia conlleva síntomas que facilitan su detección. Sin embargo, aseguró el entrevistado, esto no garantiza que el enfermo sea capaz de darse cuenta de las falencias en materia de salud que su cuerpo y mente arrastran ni, mucho menos, una manera adecuada de abandonar esa condición.

“(Los principales síntomas son) fundamentalmente, un ejercicio desmedido; la necesidad de un crecimiento muscular importante, sin quedar nunca satisfechos con el trabajo que su cuerpo ha desarrollado; se modifica el comportamiento alimentario, en aras de tener el cuerpo que existe solamente en su ideario.

“Estas personas suelen llevar una vida muy disciplinada, con un control muy estricto de su alimentación, y con la imperiosa necesidad de ejercitarse continuamente. En el contexto social, pueden llegar a ser personas muy distantes de los grupos sociales que los rodean: familia, amigos, escuela, pareja.”, agregó el especialista.

A pesar de que no suele tratarse de una enfermedad fatal, uno de los casos más sonados en el último lustro es el del físico culturista australiano Aziz Sergeyevich Shavershian, conocido en internet como Zyzz, quien en 2011 sufrió un paro cardiaco, lo que le arrebató la vida apenas a los 22 años. Su muerte fue ligada al consumo excesivo de esteroides.

Aunque, a primera instancia, la enfermedad parece inofensiva, se presta para pensar ‘¿a quién hace daño el exceso de ejercicio?’, este caso demostró que la enfermedad no solo implica una ejercitación excesiva sino una suma de diversos factores que afectan la salud del paciente.

Sin embargo, como la gran mayoría de problemas de salud a nivel mundial, la vigorexia es curable e indica el doctor Francisco, para tratar con ella, se requiere de un tratamiento basado en psicoterapia, para intentar encontrar las motivaciones y el foco que provocó esta distorsión.

Por poco y no sobrevivo

Hace 4 años, debido a una clara inconformidad con la apariencia de su cuerpo, Claudia, en aquel entonces de 29 años de edad, sintió la necesidad de dar un vuelco a su vida. Cuando las cosas no marchaban de la manera en que lo había soñado, pensó que el ejercicio le permitiría cambiar el curso de su vida. Vaya si tenía razón.

Perteneciente a una comunidad judía establecida en la Ciudad de México, Claudia -de acuerdo con el testimonio de su exinstructora Cindy Sánchez- se sentía “un poco llenita”, solicitó los servicios de Sánchez Vargas para lograr equilibrar la imagen que proyectaba con la salud que deseaba lograr.

Al principio, se ejercitaba tres veces por semana, además de acompañar sus rutinas con otras actividades recreativas como el yoga y la danza. Durante el primer medio año todo marchó bien y la vida de Claudia mejoró drásticamente. Todo se lo atribuyó al ejercicio realizado durante ese tiempo.

“Me sentía como si tuviera una nueva vida. Hasta en el trabajo me iba mejor. No era que antes hiciera de mala manera las cosas pero el ejercicio reactivó mi ánimo y me volvió una persona con metas más altas”, recordó nostálgica, Claudia.

Sin embargo, dos meses después comenzó la debacle. La percepción que tenía sobre su propio cuerpo se torció. Para ella, su cuerpo no era perfecto, como sus familiares y amigos aseguraban. Por ello decidió incrementar el ritmo de sus rutinas. De 3, pasó rápidamente a 6 días de ejercicio por semana.

“De tener una complexión robusta, Clau pasó a un estado en el que los músculos ya se le marcaban de manera ideal. Lo único que hacía falta era dar mantenimiento, pero después de esos seis meses, en menos de un año, empezó a verse demacrada, con la piel sin brillo, se le empezó a caer el cabello, no dormía y comenzó a tomar mucha suplementación por su propia cuenta”, añadió Cindy.

Luego de estas graves modificaciones, en su afán por lograr el cuerpo que idealizó, Claudia modificó a tal grado su alimentación que en 12 meses pasó de la alimentación que habituó durante 29 años a ser vegana y, por último, orgánica, lo que le ocasionó múltiples problemas de salud.

Fue ese momento que acudió con un médico. Las noticias que recibió fueron terribles y las lágrimas que cayeron en la servilleta que cargaba en su mano derecha fueron la prueba. Además de perder varias piezas dentales -lo que la obliga a impedir fotografía alguna de ella- los problemas renales y de hígado que la vigorexia le creó, le impiden ahora llevar una vida normal.

“El doctor me dijo que si mi estado de salud hubiera sido un poco más grave, probablemente no habría sobrevivido. Es algo que nunca esperé. Nadie lo espera. Ahora mi vida está muy reducida y aunque en estos años de recuperación sané grandes cosas, nunca podré recuperar el ritmo de vida que tuve algún día, antes de ser vigoréxica”, finalizó.

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